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Esquizoanálisis, o cómo La Movida conquistó su espacio.

Arde la calle al sol del poniente. Hay tribus ocultas cerca del río esperando a que caiga la noche. Hace falta valor.

“Hace falta valor”, le susurraba Eloise a su noviete Tino, quien por aquel entonces aún se peinaba con la raya al lado y la dejaba en casa a las siete de la tarde para ir a misa. La misma provocación parecía flotar en la cargada atmósfera de aquel verano madrileño de 1975. Al aspirar el aire de la gran ciudad, algo parecía quemar en las fosas nasales, creando una sensación de malestar inconformista mezclado con extraña adrenalina. Meses después habría un cambio de aires.

La escena del Manzanares a través de la ventana, el recuerdo del idilio veraniego y el estallido del obús mediático que supuso la noticia de “españoles, Franco ha muerto”, se diluyeron en un cóctel de neón, lycra y celofán, del que no sólo bebió la moda o la música, sino que (una vez derramado el vaso del exceso) bañó las gargantas sedientas de todo un movimiento artístico generacional. Todos a la de una Fuenteovejuna, salieron a quemar las calles de Madrid, raudos y alocados como el cervatillo que, poco después de nacer, persigue dando saltos a su madre a la fuga. Una juventud europea que ya había experimentado su (r)evolución.

Arte y arquitectura: La densidad del aire / Fred Sandback

Trasteando entre la colección de conferencias de Juhani Pallasmaa en youtube me topé con una especialmente interesante (y que sin dudarlo os recomiendo): The complexity of simplicity. Ha sido gracias a esta conferencia que he conocido a uno de los artistas que más me han sugerido.

Las obras de Fred Sandback se se sitúan a caballo entre el minimalismo y el arte conceptual, como las creaciones de muchos de sus coetáneos. Sin embargo, las instalaciones de este artista tienen un componente perceptivo que, sobre todo a los arquitectos, no nos deja indiferentes.

Valiéndose de lanas de colores oscuros, y haciendo pequeños orificios en las paredes, Sandback reproducía figuras geométricas sencillas a gran escala cuyo impacto visual es evidente, no tanto por el tamaño como por la ambigüedad que suscitan. Hacemos aquí un pequeño inciso sobre el término ambigüedad, referido  no a la posibilidad excluyente de ser lo uno o lo otro, si no a la posibilidad incluyente de ser lo uno y lo otro.

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Fred Sandback: http://fredsandbackarchive.org

Estética y Cordón Bleu

Uno de los platos que más me gusta de nuestra cocina es el Cordón Bleu. No es un plato que esté especialmente bueno, no tiene un sabor fascinante, ni presenta un aspecto delicioso que haga salivar con solo verlo. ¿Qué será lo que tiene el plato?

Lo auténtico es su etimología. Prueba a pronunciarlo: Cordón Bleu. Un nombre sonoramente distinguido, que parece obligatorio mencionar con bigote, bombín y chaqué. Su nomenclatura francófona evoca el lujo de las históricas escuelas de hostelería, el burbujeo del champán y la textura del tafetán.  Toda una ensoñación que inevitablemente se derrumba al recibir en el plato un san Jacobo normal y corriente, acompañado (y con suerte) de alguna  guarnición de su misma categoría social.

Esta forma de mentar esta comida es un «quiero y no puedo», una actitud excesivamente optimista de enaltecimiento de lo pobre en un intento desesperado por situarse en un estatus gastronómico que no le corresponde. Podría decirse que llamar Cordón Bleu a un San Jacobo lo convierte instantáneamente en la perfecta definición de la palabra hortera.

Pero si nos remontamos a los orígenes de su popularización, «Cordón Bleu» es solamente uno de los vestigios de una época donde lo hortera estaba allá donde alcanzara la vista: en el cine, la moda, el mobiliario, la comunicación o las tipografías. ¡Prácticamente existir era una horterada! Durante una etapa que podría fecharse entre los años setenta y principio de los ochenta aproximadamente, una estética psicodélica y muy difícil de acotar por su heterogeneidad se impuso en muchos campos. Todo aquello que no alcanzaba la categoría de «posmoderno», bien por falta de discurso, o de entidad, quedó relegado a un deshonroso accésit en degradación continua e inevitable.

Hagamos memoria. Todos hemos conocido un «Modas Barcelona» repleto de ropa interior beige y maniquíes figurativos o un «Bar Riviera» con unos neones color flúor (de palmeras y/o flamencos), casi siempre en mal estado, además de una infinidad de locales humildes con acrónimos difíciles al paladar. Pese a que ocupaban un modesto lugar en nuestras ciudades, eran difíciles de reconocer en un movimiento estético uniforme. Personalmente, no hubiera podido nombrarlo de no ser por este artículo de Alejandro Panés para Yorokobu, con una más que recomendable conferencia de Santiago Lorenzo en La Casa Encendida. Es este guionista, escritor, productor y creador en general quien le pone nombre: El Luxe

C Garnatatype3© www.garnatatype.com

Y comprarse un edificio en Nueva York

No lo es, no es fácil apenas intentar crear algo hoy en día. Comenzar una actividad creativa obliga  a hacer adulteces (1) como decía Mafalda, llegando a olvidar a veces la esencia de qué hacer y por qué hacer. Tomando perspectiva y olvidando por un momento las adulteces a las que todos tenemos que responder, la idea de realizar un trabajo creativo es una iniciativa que muchas veces se ve truncada por la ausencia de medios, de un espacio, o de un canal de difusión. En el mundo actual, mediatizado y competitivo, apenas se distingue una buena idea de una que hace mucho ruido. Nuestro hábitat, nuestro tejido urbano, nuestra ciudad, es ese mundo en que las ideas surgen como pequeñas chispas.

La ciudad, sin embargo, es un tejido difuso. En los muchos intentos por analizarla, sistematizarla y descomponerla, las interacciones que se producen entre los diferentes parámetros de análisis recrean tantas relaciones y enlaces que no es posible tener un modelo limpio y aislado. Es una constelación tintineante y multicolor en la que pueden apreciarse dinámicas que ni siquiera son constantes en el tiempo.  Contemplando esta abstracción de ciudad, quizás es más bonito ver las luces, pero hay zonas apagadas, oscuras, que no siempre lo fueron.  Como escribía Rafael Alberti: “Dio su revés la luz. Y nació el negro” (2).

Arte y Arquitectura: Installations / Esther Stocker

¿Hasta qué punto se puede alterar espacio arquitectónico?

Espacio. Ese concepto tan asumido en la arquitectura. Ese germen generador de toda esencia y armonía edificadora. Proyectado desde la estaticidad idealizada de la mente del arquitecto, cualificado por la luz, activado por la presencia humana, cambiante.

¿Y si la percepción de ese espacio se altera? ¿Qué ocurre cuando el arte se enreda con la arquitectura en una única abstracción? Hoy nos adentramos en el concepto de Instalación en el arte contemporáneo. En esta disciplina artística, la obra se compone por una interacción indisoluble entre el propio espacio como medio y el hecho a expresar. Así, encontramos proyectos que utilizan como medio el paisaje natural (land art), el entorno urbano (instalación urbana), o el propio espacio arquitectónico de exposición, como es el caso.

Obra con vocación de cambio: el resultado será diferente dependiendo del espacio en el que se sitúe y el diálogo con el mismo. A su vez, el rígido espacio construido cambiará su lenguaje y expresión gracias sus nuevas entrañas creadoras de experiencias sensoriales.

Dentro de esta disciplina os traemos la obra de la italiana Esther Stocker, que altera la lectura de la arquitectura que la alberga a través de la confusión, influida por las corrientes cubistas.

Arte y Arquitectura: Estructuras de Tom Fruin

¿Cuándo nace y muere la arquitectura?

Con frialdad analizamos la edad de las edificaciones, y pronosticamos su muerte, desde la “vida útil de sus materiales”, alejándonos de lo emocional. La arquitectura persigue despertar sentimientos en aquellos que la habitan. Curiosamente esos sentimientos son los que mantienen una construcción viva.

Una vivienda vacía se encoge y envejece sin remedio, como un anciano abandonado a su soledad. Una estructura olvidada, se esconde entre las sombras de la ciudad. Una pieza estropeada se rechaza y aparta para amontonarse en los rincones indeseados de nuestras calles.

Siendo sensible a la fragilidad de las construcciones y materiales desdeñados, sin valor aparente, casi mutilados,  el artista de Los Ángeles, Tom Fruin, compone su obra como un Frankenstein loco, dando vida a nuevas construcciones a base de pedazos de elementos muertos.

El resultado son estructuras como hitos urbanos, a medio camino entre la arquitectura y la escultura, donde luz y color sazonan un conjunto minimalista, alegre, funk, vital.

Arte y Arquitectura: La descomposición de la Geometría / Intervenciones de Felice Varini

"Trois carrés évidés, rouge jaune et bleu"

Cortesía de Website Felice Varini

Desde la Grecia Antigua, la búsqueda de ilusiones ópticas en la arquitectura ha sido una constante. Jugar con las fugas, las proporciones, paradojas espaciales, las sombras, los vacíos y los llenos, alterar las escalas agrandando o achicando espacios para distraer al observador. Provocarlo. Inquietarlo.

Desde las alteraciones del Partenón y los engaños que la mente genera a través de su arquitectura, las ilusiones ópticas han evolucionado hasta la actualidad a un modelo más interactivo. El espacio público se llena de intervenciones de múltiples artistas que tientan al transeúnte a observar su obra, a rodearla, sorprenderse, utilizándolas como atrayente. Las ilusiones ópticas son atrapadas así por la disciplina del Diseño, como un método de creación artística que busca el diálogo constante entre la persona y el lugar.

Una muestra de ello son los Anamorfismos. Una anamorfosis es una deformación reversible de una imagen generada óptica o matemáticamente. Juega con la perspectiva, produciendo imágenes tridimensionales visualmente pero dibujadas en el plano, o viceversa, creando lienzos planos en un espacio tridimensional.

El famosísimo artista británico Julian Beever es un ejemplo del primer caso: Ocupando las calles de las ciudades, dibuja con tiza imágenes en 3D en el pavimento. Hoy os presento a otro amante del Arte Óptico: Felice Varini.

Arte y Arquitectura: Minimalismo Made in Chile

© Ana Asensio

© Ana Asensio

El pasado 16 de abril se inauguró la temporada de Artes Visuales en el Centro Cultural Matucana 100, en Santiago de Chile. Dentro de las distintas actividades que engloba la programación de esta temporada, encontramos la recomendada exhibición Minimalismo made in Chile. Esta exposición hace una revisión histórica de obras minimalistas realizadas por artistas chilenos, desde los años noventa hasta la actualidad.

Los 16 artistas que con sus obras conforman la muestra son Pablo Rivera, Josefina Guilisasti, Bernardo Oyarzún, Cristián Silva-Avaria, Claudia Missana, Rodrigo Vargas, Cristian Salineros, Isidora Correa, Patricio Vogel, Livia Marín, Nury González, Carolina Illanes, Cristhian Quijada, Rodrigo Galecio, Ricardo Pizarro e Iván Navarro. El proyecto Minimalismo made in Chile comienza como una investigación promovida por Matucana 100 en torno al arte chileno producido en los últimos veinte años, a través de interrogantes derivados del conceptualismo y la condición colonial en el arte internacional. 

Con la presente muestra se grita la necesidad de una revisión experimental del arte producido en este contexto, que constantemente retoma y abandona la corriente minimalista.

Exposición "Biblioteca De Babel XI" / José Ignacio Díaz de Rábago

La relación entre la literatura y la arquitectura siempre ha estado cargada de imaginación y casi misticismo. Desde que nuestro mundo existe, se ha utilizado la narrativa para describir espacios, edificaciones y ciudades, reales o imaginarias, tangibles u oníricas, arquitecturas de papel que toman forma palabra tras palabra. Recíprocamente, la arquitectura responde con la creación de los grandes espacios contenedores de saber y serenidad: Las bibliotecas.

Esta dualidad se funde en la obra de José Ignacio Díaz de Rábago, instalación que recrea con ingrávidas estructuras formadas por libros el cuento La biblioteca de Babel, de Jorge Luis Borges. Este cuento especula sobre un universo formado por una biblioteca eterna, preexistente al hombre y que contiene todos los libros de dicho universo ordenados arbitrariamente, desarrollando como tema fundamental del relato el nivel de desorden y de confusión que acecha todo intento de imponer normas a la creatividad humana.