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Reflexiones sobre el derecho a la vivienda en tiempos de pandemia

En la actualidad, la neurociencia ofrece pruebas empíricas de que el carácter y la calidad del entorno tienen un impacto drástico y dimensionable en nuestras vidas. Se ha visto que los entornos no solo cambian nuestro comportamiento, sino que también cambian el cerebro, lo que genera cambios de conducta. Como sostiene el profesor de genética Fred Gage: "Mientras que el cerebro controla nuestro comportamiento y los genes controlan nuestro plan de diseño y la estructura del cerebro, el entorno puede modular la función de los genes y, en ultima instancia, la estructura de nuestro cerebro. Al proyectar el entorno en el que vivimos, el proyecto arquitectónico modifica nuestro cerebro y nuestro comportamiento." Pallasmaa, Juhani (2016) (1). El apartado 1 del artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (2) defiende el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado que...

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La apropiación administrativa del movimiento Okupa: el antikraak holandés

(o cómo ofrecer una okupación legal) Okupar no es un hecho contemporáneo: existe desde que existe la propiedad privada. Espacios en desuso, abandonados o en standby, víctimas de crisis económicas o sociales, han sido siempre, clandestinamente, ocupados, respondiendo a la lógica de la imperiosa necesidad de supervivencia. Pero entender esta práctica como un hecho político, coordinado, revolucionario y reivindicativo, con proyecciones sobre el ente urbano, sí puede atribuirse al pasado siglo XX. El movimiento okupa es un fenómeno en vaivén en la ciudad occidental. Ligado a ciertas catarsis sociales o como síntoma de situaciones de inequidad, adquiere diferentes tintes según las épocas y los contextos. Poniendo el foco en Europa, el fenómeno encuentra sus orígenes en la contracultura de la Gran Bretaña de los años 60 a 70. De forma sucesiva, hippies y punkies comenzaron a asentarse en viviendas de propiedad pública inutilizadas, estancadas en el impasse político de la falta de fondos para su adecuación. Durante los años siguientes a...

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Donde habita el pensamiento

Un día, hace tiempo, me encontraba paseando por las callejuelas de un pueblo de las rocosas y agrestes sierras de mi Almería natal, escudriñando esas tipologías constructivas populares que tanto atraen mi atención. Un señor se me acercó y me dijo: «¿Has visto los molinos?». Efectivamente, yo ya había trepado por el barranco, sorprendiéndome de la cantidad de estas construcciones que existían, ya en un estado de abandono total. Observé su vieja maquinaria de hierro oxidado, las escalinatas de lastras de pizarra embebidas en las propias pedrizas, su forjado de madera ya derrumbado, dejando caer las mismas lastras sacadas de la montaña que componían casi la totalidad del material utilizado. Traté de reconstruir en mi mente esa tipología, e imaginarla funcionando. Entonces el señor continuó hablando: «la maquinaria giraba y giraba. Recuerdo el sonido, y cómo olía allí. A veces se calentaba tanto, que tostaba la harina de la molienda, y...

Un día, hace tiempo, me encont...

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Cemento. Petróleo. Independencia / Una proyección de las posibilidades de autoproducción del hábitat aislado

La desigualdad entre seres humanos ha alcanzado en la actualidad cotas antes inimaginables, al tiempo que la población mundial aumenta a una velocidad también sin precedentes. Las condiciones de hábitat del grueso de la población mundial en este momento, fuera de la esfera de aparente prosperidad de una serie de entornos privilegiados, no alcanzan siquiera los criterios mínimos para ser considerada una habitabilidad básica. [Artículo Arquitectura: un derecho universal] Las condiciones, objetivos y procesos necesarios para una habitabilidad básica, resultan superponerse en lo más esencial con los valores medulares tras la producción popular del hábitat. [Artículo El paradigma Aravena] La arquitectura popular, siempre basada en el empleo de materiales del cercanos, procesos de construcción donde el tiempo y no el capital son la moneda de cambio, acciones comunitarias e intergeneracionales de transferencia de conocimientos, así como habitualmente en relación de resiliencia con su entorno, adquiere una especial importancia para resolver problemas de...

La desigualdad entre seres hum...

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Estética y Cordón Bleu

Uno de los platos que más me gusta de nuestra cocina es el Cordón Bleu. No es un plato que esté especialmente bueno, no tiene un sabor fascinante, ni presenta un aspecto delicioso que haga salivar con solo verlo. ¿Qué será lo que tiene el plato?

Lo auténtico es su etimología. Prueba a pronunciarlo: Cordón Bleu. Un nombre sonoramente distinguido, que parece obligatorio mencionar con bigote, bombín y chaqué. Su nomenclatura francófona evoca el lujo de las históricas escuelas de hostelería, el burbujeo del champán y la textura del tafetán.  Toda una ensoñación que inevitablemente se derrumba al recibir en el plato un san Jacobo normal y corriente, acompañado (y con suerte) de alguna  guarnición de su misma categoría social.

Esta forma de mentar esta comida es un «quiero y no puedo», una actitud excesivamente optimista de enaltecimiento de lo pobre en un intento desesperado por situarse en un estatus gastronómico que no le corresponde. Podría decirse que llamar Cordón Bleu a un San Jacobo lo convierte instantáneamente en la perfecta definición de la palabra hortera.

Pero si nos remontamos a los orígenes de su popularización, «Cordón Bleu» es solamente uno de los vestigios de una época donde lo hortera estaba allá donde alcanzara la vista: en el cine, la moda, el mobiliario, la comunicación o las tipografías. ¡Prácticamente existir era una horterada! Durante una etapa que podría fecharse entre los años setenta y principio de los ochenta aproximadamente, una estética psicodélica y muy difícil de acotar por su heterogeneidad se impuso en muchos campos. Todo aquello que no alcanzaba la categoría de «posmoderno», bien por falta de discurso, o de entidad, quedó relegado a un deshonroso accésit en degradación continua e inevitable.

Hagamos memoria. Todos hemos conocido un «Modas Barcelona» repleto de ropa interior beige y maniquíes figurativos o un «Bar Riviera» con unos neones color flúor (de palmeras y/o flamencos), casi siempre en mal estado, además de una infinidad de locales humildes con acrónimos difíciles al paladar. Pese a que ocupaban un modesto lugar en nuestras ciudades, eran difíciles de reconocer en un movimiento estético uniforme. Personalmente, no hubiera podido nombrarlo de no ser por este artículo de Alejandro Panés para Yorokobu, con una más que recomendable conferencia de Santiago Lorenzo en La Casa Encendida. Es este guionista, escritor, productor y creador en general quien le pone nombre: El Luxe

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Las piedras de Ryoan-Ji

Gasto mi tiempo en recordar  su vulgaridad, su insultante simplicidad, y la forma de organizar el mundo desde su estática y su firme convicción de revolución verde y callada. Ese desprecio altivo y pétreo de quien controla la inmensidad y sobre todo del que sabe que está en su lugar en el mundo. También me acuerdo de cómo aquel día llegué allí, con Gian, desde Ninna-Ji y de cómo no escribí nada más hasta el día siguiente, porque sencillamente, no podía verbalizar lo que encontré.

Sé que aquel día me preocupé, no sólo porque amenazaba lluvia, como todos los días de aquel viaje. Sé que los yenes tintineaban al caer de mi mano al plato, como lo hacían todas las monedas del mundo desde las manos de millones de personas, una música sin dimensión, con su propia medida y su propia cadencia. Ése también era el sonido metálico que hacían los dragones, como aquella reverberación que oí al compás de unas maderas en Kamakura, pero en Ryoan-ji, como en muchos sitios de Kyoto, la lúbrica idiosincrasia del dinero no tenía cabida más allá del ticket de entrada.

¡Este sitio agobia! / Arquitectura y Neurociencia

¿Alguna vez has cenado en un restaurante en el que tienes que hablar a gritos para que la persona que está sentada a menos de un metro de ti te pase la ensalada?

Son muchas las veces que, en espacios públicos, habitualmente cerrados, tenemos que modificar nuestro comportamiento habitual por las condiciones espaciales. Si en el proceso del diseño del restaurante se tuviesen en cuenta las cualidades acústicas del espacio, por ejemplo, colocando algún material absorbente en el techo (como una tela o material poroso, a poder ser, perforado) no haría falta elevar el volumen de la voz para dirigirse a los comensales que nos acompañen.

Una explicación más sólida del suceso del restaurante, comienza por comprender que la respuesta que los humanos mostramos hacia la arquitectura se asienta generalmente sobre emociones a priori subjetivas como “Me gusta este espacio porque es muy amplio”, o “No me gusta esta oficina porque no tiene luz natural”. Pero detrás de estas respuestas emocionales hay una base científica que las explica. Varios equipos de neurocientíficos han demostrado que en el momento en el que nos adentramos en un espacio se desencadenan una serie de actividades en nuestro cerebro que afectan a nuestras emociones, nuestra salud e incluso al desarrollo de nuestra memoria.