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Y comprarse un edificio en Nueva York

No lo es, no es fácil apenas intentar crear algo hoy en día. Comenzar una actividad creativa obliga  a hacer adulteces (1) como decía Mafalda, llegando a olvidar a veces la esencia de qué hacer y por qué hacer. Tomando perspectiva y olvidando por un momento las adulteces a las que todos tenemos que responder, la idea de realizar un trabajo creativo es una iniciativa que muchas veces se ve truncada por la ausencia de medios, de un espacio, o de un canal de difusión. En el mundo actual, mediatizado y competitivo, apenas se distingue una buena idea de una que hace mucho ruido. Nuestro hábitat, nuestro tejido urbano, nuestra ciudad, es ese mundo en que las ideas surgen como pequeñas chispas.

La ciudad, sin embargo, es un tejido difuso. En los muchos intentos por analizarla, sistematizarla y descomponerla, las interacciones que se producen entre los diferentes parámetros de análisis recrean tantas relaciones y enlaces que no es posible tener un modelo limpio y aislado. Es una constelación tintineante y multicolor en la que pueden apreciarse dinámicas que ni siquiera son constantes en el tiempo.  Contemplando esta abstracción de ciudad, quizás es más bonito ver las luces, pero hay zonas apagadas, oscuras, que no siempre lo fueron.  Como escribía Rafael Alberti: “Dio su revés la luz. Y nació el negro” (2).

Ciudad

Iré a la ciudad a que me entregue su almaa que me diga su conocimiento, iré.Cuando la luz despunte desde abajo,cuando levante sus manos al aire amontonadoa que me regale sus años y sus secretos, iré. Para perderme en sus calles imbricadasde tiempo,a que me diga que piensa del pasado,a que disponga su remedio a tan solitariopasaje,a eso y a que me abrace, iré. Y cuando el nostálgico silenciose sume a la luz en una danzay cuando el pétreo papelito de sus murosse haga tenue y refulgente cual topacio,cuando ella me sumerja bajo su aliento rasgado,allí escondido,bajo su pecho,latiré de nuevoy de nuevo tú agarrarás mi mano. Iré a la ciudad que ya no existea emborracharme de silencio y de pasadoolfateando las miserias del olvidoamando tu recuerdo con los siglos a mi lado. Texto: Diego Quintas /  Escrito personal, publicado originalmente en AAAA magazine / Cita: Quintas, Diego: “Ciudad” /  Fecha 7 jul 2015 ...

Iré a la ciudad a que me entr...

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El cobijo. El mercado, la calle, el descampado.

Viajo. Sola. Muy lejos de casa. Sin nada más que unos cuantos trapos. No salgas del centro, me dicen.  No te metas en barrios, me advierten. No vayas por calles alejadas, tú no eres de aquí.

Es necesario visitar los mercados turísticos. Pasear por sus puestos repletos de cosas maravillosas, brillantes, perfectas. Moverte por ellas preguntando precios, conteniéndote, ajustando el bolsillo. Andar por sus abarrotadas callejuelas admirando a esos turistas rubios que hablan todos los idiomas, que pueden comprarlo todo, que nunca están sucios ni despeinados.

Es necesario, porque llega un día en que, sin prisa, rumbo ni destino (ni compañía), sales a caminar con cualquier autoexcusa, y acabas muy lejos de ahí. Ese día resulta ser un sábado como hoy, día de feria (mercadilllo en nuestro vocabulario). De repente, doblas una esquina y las calles empiezan a estar más y más abarrotadas, las aceras se ocupan y los olores se mezclan.

Arte y arquitectura : Narrativa gráfica de arquitectura /Adrián García de 'AXXI'

Hay veces que uno tiene la suerte de haber conocido a alguien desde niño. De esa manera, sólo de esa, puedes mirar su esencia, la más arraigada, la más pura, esa que con el paso del tiempo no desaparece, aunque la sucesión de los años te lleve por caminos diferentes.

Hay personas que desde niñas han tenido una manera muy propia de mirar el mundo, de sobrevivir a él, de gritarlo y expresarlo. Esos gritos a veces vienen dados por un lápiz. Esas miradas a veces son la arquitectura.

Adrián M. García era mi compañero de colegio, cuando éramos tan pequeños que ni siquiera recuerdo la edad. Pero lo recuerdo agarrado a un lápiz y un papel, como un náufrago se agarraría a una hoja que guarda agua de lluvia. Yo también dibujaba, por el simple placer de mover la mano y ver los colores y las líneas enredándose en laberintos que se generaban sensualmente, segundo tras segundo, milímetro tras milímetro. Dibujaba sin pensar, mientras miraba los dibujos de Adrián, el niño que ‘también se distraía en el papel’. Él, sus dibujos, eran otra cosa. Él creaba mundos. Narraba historias.

La ciudad sin nombre

La ciudad sin nombre es aquella que surge en los márgenes de la globalidad, en los suburbios de las grandes capitales expoliadas, en las naciones productivas, en los pueblos que exportan a precio irrisorio y que, por el contrario, importan demasiado poco.

La ciudad sin nombre se compone de casas a medio construir que se extienden hasta donde alcanza la vista; llanuras y lomas atiborradas de edificaciones improvisadas, a menudo de bloques de hormigón, ladrillos o adobe, que echan en falta algún tipo de decoro en su fachada que revista sus carencias. Son viviendas desnudas, tan transparentes como los rostros de quienes las habitan, tan austeras como la propia comida que allá dentro se cocina.

Arte y Arquitectura: Habana en Mediterráneo / Agnes Fong

La ciudad caótica de semáforos y coches, o la ciudad pequeña con su desorden amable; la ciudad tuya, o la ajena; la ciudad de luz gris y coloridas casas, o luminosa de neutro blanco pintada. La ciudad es mezcla. De edades, de personas foráneas y autóctonas, de ideas, y formas de vivir. Pero finalmente la ciudad es una. Una sola. Las miradas sobre ella, ésas son las múltiples.

Mirar la ciudad en la que has nacido, y siempre has vivido. Mirar esa misma ciudad desde la lejanía y el recuerdo de las calles que ya no son tu cobijo. Mirar la ciudad nueva, la de los sueños alcanzados, la vida que recién comienza de nuevo. La ciudad a la que huyes. La ciudad de la que escapas. La que te abraza.

¿Cómo conocer a esa escurridiza dama? Misteriosa, tiene múltiples caras, cambia de máscara cada vez que la crees conocer, cada día que pasa, cada año que te atrapa. Cómo desentrañar sus transformaciones, sus rechazos, sus fracasos, sus nacimientos.

«Dibujar la ciudad, el entorno del hombre, una forma de entendimiento.
Escribir al hombre, una estrategia para dibujarlo». [Agnes Fong] 

Entre la poesía y el dibujo, la obra de Agnes Fong delinea las idas y venidas humanas, las diferentes personas reflejadas en esa miscelánea ciudad. Cada casa podría ser una persona (su vida, sus viajes, sus antepasados), y cada calle podría ser un destino emprendido, o una ruta a explorar.

Arquitecturas en papel / El marfil más blanco de Fantasía

«[…] ahora aparecía ya ante él, en medio del Laberinto y reluciendo en forma maravillosa, la Torre de Marfil: el corazón de Fantasía y la residencia de la Emperatriz Infantil.

La palabra “torre» podría dar quizá, a alguien que no haya visto nunca el lugar, una falsa impresión, como si se tratase de la torre de una iglesia o de un castillo. La Torre de Marfil era tan grande como una ciudad.

101 Reikiavik, Patrimonio de la Humanidad

“Al llegar a Islandia, nos encontramos con una visión que, si bien no era agradable, resultaba extraña y sorprendente. Y nuestros ojos, acostumbrados a contemplar las agradables costas de Inglaterra, ahora sólo veían los vestigios de la acción del fuego, cuya antigüedad sólo Dios conoce”. (Van Troil, recopilado por W. H. Auden en “Cartas de Islandia”)

A propósito de Islandia: 101 Reikiavik

En un tiempo en que el debate urbanístico y arquitectónico se centra fuertemente en las grandes ciudades, tal vez parezca extravagante fijar la atención en un ejemplo tan modesto y de escala tan pequeña como Reikiavik.