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El rey al que le gustaba ser obedecido. ‘El Principito’ Antoine de Saint-Exupéry, 1951
Quería releer ‘El Principito’. Ya lo he hecho y, aunque es breve he tardado bastante, pues he ido despacio. Se lo merece.
Durante su viaje por distintos planetas el Principito se encontró con un rey, monarca absoluto universal, al que le gustaba ser obedecido por encima de todas las cosas. Su felicidad estaba condicionada a ello, no importaba tanto la orden como el hecho de ser obedecido. El rey se había dado cuenta de que para ser más obedecido, y por tanto más feliz, sus órdenes debían ser razonables, estar al alcance del súbdito y que éste deseara cumplirlas. Por ejemplo al Principito le ordena bostezar cuando está cansado y quiere bostezar y le ordena irse cuando se quiere marchar. De este modo ambos eran felices: el súbdito por hacer lo que quería y el rey por ser obedecido.
Más allá de las conclusiones que cada uno pueda sacar de este pequeño capítulo para su vida, creo que hay mucha arquitectura que aprender aquí, y en todo el libro en general. Sin tener que izar la bandera del ‘hacer virtud de la necesidad’ veo una invitación a algo más sencillo y en ocasiones ignorado como es ‘hacer virtud de la realidad’. Tomar consciencia de lo que hay y de lo que el proyecto ya es antes de que el arquitecto aparezca y que esto sea herramienta de proyecto.