Top

No lo entederás si no vas más despacio

¿Cuánto tiempo le dedicas a ver un proyecto de arquitectura? ¿Y si es en una web? ¿En una revista? ¿Al proyecto de un compañero? ¿Al proyecto de un alumno? Y ¿Cuánto tiempo le dedicas tú a desarrollar tu proyecto? ¿Quién no ha sentido y tenido la plena convicción de que es imposible que se entienda su proyecto en cinco minutos? Seguramente nuestros proyectos no sean ni más ni menos complejos que los de nuestros compañeros y sean igual de dignos. Pero hemos trasladado este ritmo vertiginoso de la sociedad a la arquitectura y se nota.

El tiempo que estimamos que va a ser invertido para ver nuestro proyecto condiciona totalmente la génesis de éste. Tanto es así que en ocasiones los proyectos parece que han olvidado que son proyectos y parecen haber sido creados por y para sí mismos.

Alicia en el País de las Maravillas, Walt Disney, 1951

Alicia en el País de las Maravillas, Walt Disney, 1951


Algo que es sustancialmente contradictorio al término ‘’proyecto’’. Que se define (me remito a la RAE)

Proyectar:
2.tr. Idear, trazar o proponer el plan y los medios para la ejecución de algo.

Proyecto:
2.m. Planta y disposición que se forma para la realización de un tratado, o para la ejecución de algo de importancia.

  1. m. Conjunto de escritos, cálculos y dibujos que se hacen para dar idea de cómo ha de ser y lo que ha de costar una obra de arquitectura o de ingeniería.

En la escuela todos los ‘’proyectos’’ que realicé eran de cortes académicos o para algún concursillo. Sin más aspiración que la de traducirse en una nota de expediente o en un reconocimiento. Eran fines en sí mismos. Me sorprendía llamar proyecto a algo que no llegaba a convertirse en nada. A algo que una vez terminábamos no nos llevaba a nada más.Suponía que tenían ese nombre porque es así como se llama fuera de la escuela la actividad sobre la que estábamos realizando una práctica académica. Pero resulta que la cosa no era tan sencilla. Concebir un proyecto como un fin en sí mismo no se queda solo a nivel de escuelas sino que son muy frecuentes y fáciles de reconocer aquellos proyectos que solo aspiran a un premio o publicación, para contemplarse un breve período de tiempo, y no a convertirse en arquitectura, o al menos a conseguirlo con la documentación que integra el proyecto. Cuando el proyecto deja de ser un medio y se convierte en un fin en sí mismo comienzan a aparecer una serie de rarezas y aptitudes de las que ya se ha hablado antes por aquí (Hipocresía Visual). Si yo me compro una mesa y una vez la he montado no se parece a la que viene dibujada en las instrucciones, que equivaldría a su proyecto, sé que lo he hecho mal, pero ¿qué ocurre con esas maravillosas imágenes que nos encontramos por la red y revistas? ¿Se parecen en algo a lo que se llega a construir? Si no es así es que el proyecto es malo o mentiroso porque nos ha llevado a algo que no soporta la gravedad, la temporalidad o el uso, aunque a priori pareciera que sí.

Instrucciones y fotografía de la mesa, modelo BORGHAMN, Ikea.

Instrucciones y fotografía de la mesa, modelo BORGHAMN, Ikea.

Ante este tipo de situaciones, que entiendo son lógicas, como son los ejercicios académicos y los concursos ¿Qué debería valorarse? ¿Los medios que se proponen con vistas a la hipotética ejecución de una arquitectura o los medios en sí mismos? En la práctica por desgracia, no son las ideas, los espacios imaginados y los lugares pensados lo que se valora. Porque hacerlo es una actividad muy exigente tanto para el que los produce como para el que los interpreta. Por ello ante ideas poco sesudas o pobres una opción es ponerle un lazo muy bonito para que quede resultón y atractivo.

La función del arquitecto, como proyectista, es proponer los medios para la ejecución de una obra de arquitectura. El arquitecto no es quien materializa una obra, no es quien posee a la obra. El arquitecto es el encargado de trazar el plan, lo pasos a seguir, los modos de trabajar, los resultados a obtener, en definitiva el proyecto que lleve hacia una arquitectura. Todo ello debe comunicarlo con la mayor precisión posible, sin distracciones y sin despistarse en banalidades, esperpentos y circos de formas. Con la precisión con la que un ladrón explica su gran golpe a sus compañeros, quiere que todo salga perfecto y para ello no necesita disfrazarse ni gritar, solo comunicarse muy claramente. Y hemos llegado a uno de los grandes hándicaps de la arquitectura como es la comunicación o trasmisión del proyecto.

Interpretar y leer proyectos de arquitectura es difícil, muy difícil y requiere tiempo. Puedo entender que gente que no suele estar en contacto con esta disciplina se deje seducir por determinadas imágenes y formas pero cuando los encargados de valorar un proyecto, sean profesores o miembros de un jurado, son arquitectos y entran en este juego, NO. Eso no lo puedo entender. Me parece de un gran desprecio hacia quien hace la durísima tarea de proyectar y plasmarlo gráficamente que quien se encarga de valorarlo o simplemente de interpretarlo se deje llevar por impresiones y formas, sin dedicarle el tiempo que leer un proyecto precisa. Porque ‘’no lo entenderás si no vas más despacio’’. Algo se me remueve dentro, no sé si pena o rabia, cada vez que oigo ‘’los concursos se ganan por los renders’’ o ‘’solo se saca sobresaliente si presentas renders fantásticos’’.

https://www.youtube.com/watch?v=WeJWiPliKmw

(Escena de ‘Smoke’, Wayne Wang y Paul Auster, 1995)

Creo que le cabe una vuelta de tuerca más al modo de entender la infografía, puede que un paralelismo lo encontremos en las maquetas físicas de arquitectura. Las maquetas de arquitectura tienen una depuración que huye de la figuración total. Se nos ponen los pelos de punta al pensar en una maqueta de inmobiliaria con su césped, sus coches y sus piscinas brillantes pero cuando esos mismos elementos los vemos en algunas infografías nos enamoran. Las existencia de las maquetas de inmobiliaria la aceptamos, bajo la excusa de que los clientes no saben leer las maquetas de proyecto, vale pero ¿y los renders que? ¿No sabemos los arquitectos leer infografías no hipócritas o es que somos tan perezosos?

Cada vez es más frecuente que gente ajena a la profesión se haga eco de ‘’proyectos’’ de arquitectura, de potentes imágenes (e impotente arquitectura) que ven por la web. Comienza a consolidarse una arquitectura ‘mainstream’.Las infografías han ayudado a que los arquitectos, un grupito y nunca la arquitectura, hayan conectado con la sociedad de la que tan alejados llevamos muchos años, pero esto es otro tema.

Estamos haciendo de las publicaciones graficas de arquitectura pornografía. Pasamos imágenes, una tras otra esperando a que una parezca resultona por sus exageradas formas o por como caen los magníficos rayos de luz sobre ella. Entonces una vez te has fijado en ella, sea una persona desnuda o una arquitectura, tal y como nos decía El Principito, buscas algún dato que te haga sentir que ahora sí la conoces, como puede ser su nombre, su talla, su fecha o cualquier banalidad. Pero nunca interesándote en cómo es esa persona, en si es simpática o tiene buena conversación o en si esa arquitectura es más o menos habitable, solo esperando el efecto que su imagen provoque en ti. Y una vez satisfecho y tras diez segundos, click y a por otra.

Ilustraciones de ‘El Principito’, Antoine de Saint-Exupéry, 1951

Ilustraciones de ‘El Principito’, Antoine de Saint-Exupéry, 1951

Al grito de ‘¡Traed madera!’hipotecamos la arquitectura, nosotros, los arquitectos,que nos hemos prestado a proyectar y leer proyectos dentro del ritmo frenético de la sociedad. A generar, fagocitar y excretar, a veces en otro orden, arquitectura. Esto perjudica a la sociedad y sobre todo a nosotros mismos que recogeremos lo que estamos sembrando o que produciremos lo que estamos demandando.
Voy a volver a leerme El Principito.

Los hermanos Marx en el Oeste, Edward Buzzel, 1940

Los hermanos Marx en el Oeste, Edward Buzzel, 1940

Texto: Álvaro Gutiérrez / Fotografía: Pie de foto /  Escrito originalmente para The AAAA Magazine / Cita: Álvaro Gutiérrez, “No lo entenderás si no vas más despacio” / Fecha 14 ago 2014 /

 

 

Álvaro Gutiérrez