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El rey al que le gustaba ser obedecido

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El rey al que le gustaba ser obedecido. ‘El Principito’ Antoine de Saint-Exupéry, 1951

Quería releer ‘El Principito’. Ya lo he hecho y, aunque es breve he tardado bastante, pues he ido despacio. Se lo merece.

Durante su viaje por distintos planetas el Principito se encontró con un rey, monarca absoluto universal, al que le gustaba ser obedecido por encima de todas las cosas. Su felicidad estaba condicionada a ello, no importaba tanto la orden como el hecho de ser obedecido. El rey se había dado cuenta de que para ser más obedecido, y por tanto más feliz, sus órdenes debían ser razonables, estar al alcance del súbdito y que éste deseara cumplirlas. Por ejemplo al Principito le ordena bostezar cuando está cansado y quiere bostezar y le ordena irse cuando se quiere marchar. De este modo ambos eran felices: el súbdito por hacer lo que quería y el rey por ser obedecido.

Más allá de las conclusiones que cada uno pueda sacar de este pequeño capítulo para su vida, creo que hay mucha arquitectura que aprender aquí, y en todo el libro en general. Sin tener que izar la bandera del ‘hacer virtud de la necesidad’ veo una invitación a algo más sencillo y en ocasiones ignorado como es ‘hacer virtud de la realidad’. Tomar consciencia de lo que hay y de lo que el proyecto ya es antes de que el arquitecto aparezca y que esto sea herramienta de proyecto.

En ocasiones exigimos a los proyectos y a las personas cosas que no son y que no deberían ser. Llegando a manipularlos, retorcerlos y coartarlos hasta que se convierten en lo que nosotros pretendemos. Olvidamos que antes de que nosotros lleguemos ya hay algo, el proyecto ya ha comenzado, tiene un pasado y una historia, pues tiene un lugar muy determinado. Un lugar con un devenir y una tradición que no se pueden ignorar.

Para cederle importancia, decisiones y propuestas al lugar debemos quitárnoslas nosotros. Esto se consigue tomando cariño al lugar, domesticándolo, es decir, creando lazos (tal y como le explica El Principito al zorro) Hay que estar en el lugar una y otra vez, pasear, hacer cosas allí, dibujarlo con detalle, hacer maquetas con mimo. ‘El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea importante’.

Una vez que al lugar se le haya dado una consideración digna podremos operar como ‘el rey al que le gustaba ser obedecido’ para que nuestra arquitectura y el lugar sean felices.La felicidad del proyecto la podríamos equiparar a su calidad arquitectónica y la del lugar a conservar su identidad. Para ello el proyecto no debe renunciar al lugar, ni ignorarlo sino que en vezde eso, la esencia del lugar permanecerá gracias a la arquitectura. Si nuestra propuesta, además, aporta algo nuevo positivo mucho mejor.No se trata de copiar formas o sistemas constructivos sino de considerar y discernir sobre la influencia de éstos durante el proceso de proyecto.

Para concretarlo en un caso, que ahora me es cercano, propongo que nos fijemos en Granada y sus laderas. Granada es una ciudad que combina ocupaciones en escarpadas laderas con grandes zonas llanas, que correspondían a su vega agrícola. En su origen, el asentamiento de Granda comenzó en las laderas  del Albaicín, Realejo y Alhambra, entre otros motivos por no ocupar el terreno que daba de comer. El ritmo de ocupación de las laderas descendió en pro de urbanizar la vega agrícola y éstas quedaron como barrios marginales. En la actualidad prácticamente todo el territorio agrícola de Granada ha sido ocupado y por ello se vuelve a optar por ocupar las laderas, aunque de  manera muy distinta a como fueron ocupadas anteriormente.

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Ladera del barrio de ‘El Realejo’ © Álvaro Gutiérrez

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Ladera de «La Alhambra». © Álvaro Gutiérrez

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Ladera del barrio de «El Serrallo» © Álvaro Gutiérrez

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Ladera del nuevo acceso a La Alhambra © Álvaro Gutiérrez

Existe una ladera que se está ocupando en la actualidad y que da acceso a la Alhambra por su parte alta (fotografía anterior). En ella comenzó hace unos meses la obra de un hospital, ‘El Nuevo Hospital de la Salud’, cada vez que paso por el solar y veo la parcela me inquieta saber hasta dónde serán capaces de llegar con el desmonte y el foso que están haciendo y qué esfuerzos está aguantando el grandísimo muro de 50 m de altura lleno de anclajes, cerca de 400,que contienen a la montaña detrás. Toda este despliegue de ingeniería, espero me equivoque, para luego encajarle un inmenso bloque ciego por detrás que ignorará por completo todo lo que ocurre a su espalda. La sensibilidad y el cariño con el lugar han sido nulos. Esta no parece la manera de proceder del rey ‘Tengo una montaña pero lo que yo quería es un edificio entre medianeras, así que obligo a la montaña a parecerse a un vacío entre medianeras’ (suerte que no querían una llanura).

Es verdad que un hospital tiene un programa complejo y muy definido pero en Granada tenemos en ladera ejemplos buenos de arquitectura con programas rígidos que han sabido lograr una imposta y una consciencia del lugar muy alabable. Cármenes*1, iglesias, museos, un auditorio, palacios, castillos, viviendas y la propia Alhambra, muchas de ellas por cierto,  punteras en el ‘high-tech’ de la sencillez.

Todos conocemos proyectos que han encontrado en el modo de ocupar un lugar su razón de ser, otros que la encuentran en sí mismos únicamente y otros que lo han combinado. En el Realejo hay tres ejemplos de edificios relativamente recientes que estando en la misma ladera la han ocupado de manera distinta.

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Barrio de ‘El Realejo’, Granada © Álvaro Gutiérrez

Carmen de la Fundación Rodríguez Acosta (1900-1930): Concebido en gran parte como una continuación del paisaje del barrio. Sabe leer cómo se ocupan las laderas en Granada (técnica y formalmente) y lo pone en práctica, tanto es así que difícilmente sería comprensible en otro lugar que no fuera el que ocupa. Compuesto a base de volúmenes esbeltos blancos, terrazas escalonadas, tapias, albercas, cuevas y una gran presencia de alta vegetación.

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Carmen de la Fundación Rodríguez Acosta, 1900-1930, Granada. © Álvaro Gutiérrez

Auditorio Manuel de Falla (1974-1978): Un programa tan definido y riguroso como un auditorio parece que deja poco margen de maniobra al arquitecto, pues a priori exige una gran caja con unas dimensiones muy determinadas por sus condiciones acústicas y de aforo. Lejos de rendirse al programaJosé María García de Paredes logra un auditorio de cualidades técnicas altísimas sin renunciar a la contextualización del lugar, sabe cómo fragmentarel gran contenedor en volúmenes individuales, cosidos por piezas horizontales acompañado de una gran decisión en los materiales, colores y vegetación. Es un edificio que se acomoda al lugar que le es asignado.

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Auditorio Manuel de Falla, 1974-1978, Granada. © Álvaro Gutiérrez

Hotel Alhambra Palace (1905-1910): Claro ejemplo del historicismo regionalista andaluz. Una manera de proceder que ignora en sus principios la consideración real del lugar concreto, primando criterios formales sobre los demás. Viendo plantas, secciones, alzados y el propio volumen no nos cuesta mucho imaginárnoslo en medio de la ciudad o incluso en otra ciudad.Se trata del mismo hotel de siempre pero con otro vestido.

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Hotel Alhambra Palace, 1905-1910, Granada. © Álvaro Gutiérrez

Hace tiempo leí una entrevista a Glenn Murcutt, al que considero un principito de la arquitectura, en la que decía (no recuerdo la frase exacta) ‘¡Cómo voy a hacer casas fuera de Australia si no sé cómo es el amanecer en ese lugar! ‘

Según el arquitecto ‘australiano’ para hacer un edificio uno necesita dos cosas: el terreno y la cultura del terreno.El  arquitecto debe saber moverse entre las distintas tensiones que afectan y generan un proyecto: programa, cliente, lugar, presupuesto, cultura, investigación,… Es la opción de cada uno como jugar con ellas y esto nos irá formando como arquitectos. Siempre con buena voluntad, sin miedo a reconocer errores y siendo conscientes de la responsabilidad que tenemos, pues el Alhambra Palace ahí se queda para todos ustedes.

‘Como el rey no respondía nada, el Principito vaciló un momento, y luego, con un suspiro emprendió  la partida.

-Te hago embajador- se apresuró entonces a gritar el rey.’

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‘El Principito’, Antoine de Saint-Exupéry, 1951

Notas: 

1-(Definición de Luis Seco de Lucena): El cármen es un espacio cerrado al exterior, cercado por tapias de unos dos metros de altura, normalmente blanqueadas, con vegetación frondosa. Es propio de los barrios asentados en las colinas de la ciudad, Albaicín y Realejo y, por tanto, su terreno suele estar dispuesto en paratas escalonadas. No es únicamente jardín, ni únicamente huerto y por lo general, no es finca de lujo, sino pequeña finquita unitaria.

Álvaro Gutiérrez