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La apropiación administrativa del movimiento Okupa: el antikraak holandés

(o cómo ofrecer una okupación legal) Okupar no es un hecho contemporáneo: existe desde que existe la propiedad privada. Espacios en desuso, abandonados o en standby, víctimas de crisis económicas o sociales, han sido siempre, clandestinamente, ocupados, respondiendo a la lógica de la imperiosa necesidad de supervivencia. Pero entender esta práctica como un hecho político, coordinado, revolucionario y reivindicativo, con proyecciones sobre el ente urbano, sí puede atribuirse al pasado siglo XX. El movimiento okupa es un fenómeno en vaivén en la ciudad occidental. Ligado a ciertas catarsis sociales o como síntoma de situaciones de inequidad, adquiere diferentes tintes según las épocas y los contextos. Poniendo el foco en Europa, el fenómeno encuentra sus orígenes en la contracultura de la Gran Bretaña de los años 60 a 70. De forma sucesiva, hippies y punkies comenzaron a asentarse en viviendas de propiedad pública inutilizadas, estancadas en el impasse político de la falta de fondos para su adecuación. Durante los años siguientes a...

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Ahogar, dulce ahogar

Era el tiempo tan grande que me dolía incluso en sueños aguantar mi peso.

Dicen que hay dos memorias en cada una de nosotras, una es la que se queda en lo que queda y otra, la que habita en el olfato. Siempre supe que mi piel, mampostería de recuerdos, añoraba ser defensa y sustento; pero me costó entender que en lo humano también hay restos que aplastan a los hombres sin saberlo.

Incluso antes de estar completa, cuando me estaban levantando con esfuerzo y paciencia, sentía la alegría de vivir llena. Mi corazón ordenaba su caos, su experimento me hacía latir con más fuerza. Era algo etéreo, un huracán almacenado entre tierra y teja que nos sacudía sin movernos y nos devolvía siempre a nuestro centro. Felicidad contenida en siglos o segundos eternos.

Simbiosis aplastante que se deslizaba con sigilo, sin negociar costuras ni dobleces. Hasta que llegó el momento de elegir, barrer debajo de la alfombra o acumular en las esquinas. Y al final, ¿el final?

Vacíos urbanos: reapropiación de espacios abandonados / Valencia

© Anne-Claire Bled

© Anne-Claire Bled

Hoy en día la ciudad crece, se expande, se densifica. Nuestra época es la de las grandes metrópolis tentaculares de las cuales no controlamos su crecimiento, y en cuyas periferias se acumulan proyectos urbanos desmesurados y fuera de escala. Irónicamente, la ciudad produce en su interior espacios residuales, llenos de contradicciones con la imagen de las grandes megalópolis.

Es el caso de Valencia donde, como en casi todas las grandes ciudades españolas, se puede ver aparecer un número creciente de solares urbanos, espacios vacíos, parcelas abandonadas. «Solares urbanos, vacíos, intersticios»… la terminología para designar estos espacios residuales y fragmentados es amplia, tan amplia como su presencia en la ciudad.

Mar cirujano

El mar, horizontal de historias poderosas, ya hacía costa cuando salpicó el bautizo de la ortiga con sus olas. Tal fue la marea ese verano que ondear una toalla al viento no fue suficiente para marcar las reglas del juego, y Agustín, cabo y pescador fino, construyó piedra a piedra la luz del aviso y el sonido de vuelta a tierra.

Marineros, piratas y ballenas han seguido el baile de su campana como si no les fuera la vida en ello, mientras las piedras absorbían su energía para devolvérnosla ahora y demostrarnos que esa vida tuvo un final de muerte por eléctrico.

Jaulas

Antigua prisión provincial, A Coruña. © Simita Fernández

Antigua prisión provincial, A Coruña. © Simita Fernández

Estábamos tan concentrados que cuando nos dimos cuenta caminábamos en fila, uno detrás de otro, como si necesitásemos que alguien nos marcase la ruta. Tener a quien seguir. Maniática manía agotadora de almas y zapatos que empezamos a odiar cuando se acabó la senda.

El espacio era finito.

Nuestra vida, rutina disfrazada.

¿Qué se supone que deberíamos haber hecho?

¿Dejarnos morir como un sofá sin patio?

¿Por qué es importante la Arqueología para un arquitecto?

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Restos arqueológicos abandonados a su suerte, irónicamente en uno de los patios del Museo Arqueológico de Estambul, Turquía. Foto © Miguel Busto

Hace poco me propusieron formar parte de the A.A.A.A magazine, escribiendo sobre arqueología, en una publicación de arquitectura. Dije que sí sin dudarlo.

Verme aquí rodeado y leído casi exclusivamente por arquitectos supone un nuevo reto, y me hace sentir como una especie de intruso, o mejor, como un antropólogo analizando los usos y las costumbres de una tribu distinta, tratando de transmitirles cuán importante es para él la disciplina a la que dedica su vida; compartir sus reflexiones, para que la Arquitectura llegue a amar y  respetar, tanto como él, a la Arqueología.

Tras horas frente a la pantalla, no dejo de darle vueltas a una pregunta. Trato de reflexionar desde la óptica de un arqueólogo, pero empatizando con las necesidades del arquitecto.  Trato de responder directamente a la pregunta: ¿por qué es importante la arqueología para un arquitecto?

Arte y Arquitectura: Decay / Matthias Haker

© Matthias Haker

Estas paredes hablan. Aquí vivió gente. Aquí rió, o lloró. Ahí hubo banquetes, bailes, besos, pesadillas y tristeza. Aquí hubo grandes historias y pequeños momentos, ahora cubiertos bajo el peso de la extinción, bajo las sombras de la decadencia.

Algo apocalíptico danza entre las hojas secas que se acumulan en la intersección de estos muros, en las sinuosas curvas de estas escaleras. Algo que asusta, y que al mismo tiempo, te atrae hacia su interior, hacia el escenario de un ocaso, hacia la agonía de la arquitectura.

No es una ruina. Nunca será ese cúmulo de piedras que lucen orgullosas en alguna plaza, rodeadas de turistas armados con sus cámaras. Desmoronamiento maquillado por las restauraciones, como cuando una anciana trata de mantenerse joven luchando contra el inexorable paso del tiempo.

Estos edificios no se visten de vanidad, sino que ocultan sus secretos entre las sombras. Pero en ese desamparo se esconde también una belleza intimista, descubierta por el fotógrafo alemán Matthias Haker, que tratará por encima de todo de perpetuar esa lenta decadencia, no sólo en la película fotográfica, sino manteniendo en silencio dónde yacen hasta su destrucción estas venus arquitectónicas.