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¿Por qué la arqueología conservaría una fábrica?

En la mayoría de las ciudades nos encontramos con núcleos fabriles acosados por la vorágine constructiva. Esta situación ha hecho que surjan diferentes modos de tratar a estos espacios. Mientras que la solución más rápida y cómoda suele ser destruirlos, hay motivos como para considerar interesante conservarlos. Así, desde la arqueología nos preguntamos: ¿por qué conservaría una fábrica?

Las fábricas forman parte de nuestro patrimonio industrial, arquitectónico y también arqueológico, son parte del entorno construido que hemos heredado, parte de lo que somos. Puede resultar extraño que la arqueología se preocupe por este tipo de yacimientos de una cultura material tan cercana a nosotros. Sin embargo, existe una rama dentro de la misma dedicada a estudiar este tipo de patrimonio: la arqueología industrial.

Figura 1. Fábrica de Gas de Oviedo (Asturias).

Figura 1. Fábrica de Gas de Oviedo (Asturias).

Poesía del Abandono / Castillo de Sagunto

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«Cuando se construye un edificio, es todavía libre de servidumbre, tiene un tipo de elevación espiritual – ninguna brizna de hierba puede crecer en su estela. Cuando es terminado y en servicio, se diría que quiere contarle la aventura de su construcción. Pero todas sus partes encerradas entonces en su servidumbre devuelven esta historia poca interesante. Cuando deja de utilizarse y cuando cae en ruinas, entonces reaparece la maravilla de sus comienzos: es bueno verlo enlazado por follaje, de nuevo elevado en espíritu y liberado de servidumbre». Louis I. Kahn, «Architecture: Silence and light».

Las ruinas siempre han provocado una fascinación irracional sobre el hombre. Símbolos caídos, a veces, de la grandeza de civilizaciones desaparecidas, son lugares propicios al imaginario. ¿Quién de pequeño nunca ha soñado con explorar un castillo abandonado, construyéndose un mundo mental de aventuras?

Las ruinas, reencontradas por los arquitectos durante viajes iniciáticos, desempeñan un papel mayor, aún hoy, en la concepción del pensamiento moderno de la arquitectura. Le Corbusier viajó a Italia, y Kahn penetró en la esencia de la arquitectura observando las sombras de las pirámides. La arquitectura es una cosa mentale.

Jaulas

Antigua prisión provincial, A Coruña. © Simita Fernández

Antigua prisión provincial, A Coruña. © Simita Fernández

Estábamos tan concentrados que cuando nos dimos cuenta caminábamos en fila, uno detrás de otro, como si necesitásemos que alguien nos marcase la ruta. Tener a quien seguir. Maniática manía agotadora de almas y zapatos que empezamos a odiar cuando se acabó la senda.

El espacio era finito.

Nuestra vida, rutina disfrazada.

¿Qué se supone que deberíamos haber hecho?

¿Dejarnos morir como un sofá sin patio?

Cicatrices

La primera vez que te vi estaba todo oscuro, olía a niebla y escama y tú tosías veneno. Era todo confuso, ¿cómo un corazón cansado de cirugías y miedos podía hipnotizarme tanto solo mostrando un trocito de lo que había congelado en el tiempo? Fue verte y amarte.

¿Quién eras? ¿Quién entendía tu tristeza? ¿Quién se había llevado tus puertas? Llorabas colores. Se peleaban tus paredes.

¿Qué se esconde tras la ruina?

 

Memorias venerandas de otros días,

soberbios monumentos,

del pasado esplendor reliquias frías,

donde el arte vertió sus fantasías,

donde el alma expresó sus pensamientos.

Al veros ¡ay! con rapidez que pasma

por la angustiada mente

que sueña con la gloria y se entusiasma

la bella historia de otra edad luciente.

¡Oh Quisqueya! Las ciencias agrupadas

te alzaron en sus hombros

del mundo a las atónitas miradas;

y hoy nos cuenta tus glorias olvidadas

la brisa que solloza en tus escombros.

(…) Que mientras sueño para ti una palma,

y al porvenir caminas,

no más se oprimirá de angustia el alma

cuando contemple en la callada calma

la majestad solemne de tus ruinas.

A través de estos fragmentos del poema Ruinas de Salomé Ureña de Henríquez, escrito en 1876, nos acercamos al significado y simbolismo de esos paramentos alzados de antiguas edificaciones, que constituyen el resto arqueológico más visible y perdurable. Son una casi inagotable fuente de información. Las ruinas.

La Biblioteca olvidada

¿Nunca os ha pasado que vais a un edificio y no descubrís lo que realmente es hasta que salís de él? A veces es como tener la sensación continua de que ahí hay algo que no es definible con palabras, otras veces esa sensación no se manifiesta hasta pasado un tiempo, algo activa un resorte que te hace comprender de golpe donde has estado y por efecto mecánico tu boca expulsa exclamaciones diversas y algún que otro improperio.

Desde luego no fueron pocas las exclamaciones que solté cuando echándole un ojo por encima a un libro de obras de Miguel Fisac en la biblioteca de la escuela leí: “Casa de la Cultura, Jardines del Prado, Ciudad Real (1957)”. Junto a esta referencia aparecían un plano de una planta organicista, casi propia de Aalto con jardines y una espectacular escalera de caracol en un espacio completamente diáfano. A esta imagen le acompañaba una foto del alzado donde se podía ver un edificio totalmente racionalista, con una gigantesca jardinera en la entrada.

¿Cómo salvar el Patrimonio Histórico en peligro? / El Toblerone de Almería

El artículo que van a leer a continuación lo escribí en apoyo a esta rareza industrial de la ciudad de Almería, España, donde nací y me crié. De esta ciudad siempre dicen que es fea, y que no hay nada que visitar; y poco a poco, no van faltando las razones. Es cierto, cada día hay menos que visitar, gracias a la sucesión uno tras otro de lo más horrendo de la corrupción al mando de esta ciudad.

Este edificio por el que se luchaba en este artículo ya no existe. Lo derribaron. Como él, muchos otros han tenido la misma suerte, durante los 40 últimos años. Y no sólo grandes edificios. También pequeñas casitas, grandes cortijadas, caserones monumentales. Y redes de acequias; y montes, y bosques, y playas. Todos han caído bajo la putrefacción de la especulación, el control, y el mayor de los tumores: la incultura. [A continuación, el artículo completo, de fecha 4 de Julio del 2013]:

¿Cómo salvar el Patrimonio Histórico cuando es demolido ante tus ojos?

Una vida / La casa Melnikov

Cortesía de Do.Co.Mo.Mo

Arbat, barrio residencial de Moscú, año 1927. Nos trasladamos a la Rusia del cambio.

Tras la Revolución Rusa de 1917 y el poder en manos de los bolcheviques dirigiendo los soviets, con Lenin al mando, surge la U.R.S.S. Esta nueva Unión Soviética se enreda a partir de 1927 en las redes del totalitarismo, lanzadas por un dirigente que disponía de todos los poderes: el ascenso al poder de Stalin marcó radicalmente la transformación de la sociedad soviética, dibujándole un nuevo rostro al país, texturizado por la colectivización y la industrialización.

En esta situación política y social, la arquitectura, principal medio propagandístico-subliminal a lo largo de la historia de la humanidad, no quedó al margen. Las vanguardias revolucionarias, bañadas visualmente por una búsqueda provocativa de formas libres y cantando a la funcionalidad, con el constructivismo como estandarte, se vieron cegadas por una nueva arquitectura.

En medio de este panorama se construyó la Casa Melnikov, hogar que vio los últimos 45 años del arquitecto Konstantin Stepanovich Melnikov. Esta obra significaría un antes y un después en la vida del artista: su propia casa sería su más famosa y reconocida obra, pero también, la más amarga.