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Esquizoanálisis, o cómo La Movida conquistó su espacio.

Arde la calle al sol del poniente. Hay tribus ocultas cerca del río esperando a que caiga la noche. Hace falta valor.

“Hace falta valor”, le susurraba Eloise a su noviete Tino, quien por aquel entonces aún se peinaba con la raya al lado y la dejaba en casa a las siete de la tarde para ir a misa. La misma provocación parecía flotar en la cargada atmósfera de aquel verano madrileño de 1975. Al aspirar el aire de la gran ciudad, algo parecía quemar en las fosas nasales, creando una sensación de malestar inconformista mezclado con extraña adrenalina. Meses después habría un cambio de aires.

La escena del Manzanares a través de la ventana, el recuerdo del idilio veraniego y el estallido del obús mediático que supuso la noticia de “españoles, Franco ha muerto”, se diluyeron en un cóctel de neón, lycra y celofán, del que no sólo bebió la moda o la música, sino que (una vez derramado el vaso del exceso) bañó las gargantas sedientas de todo un movimiento artístico generacional. Todos a la de una Fuenteovejuna, salieron a quemar las calles de Madrid, raudos y alocados como el cervatillo que, poco después de nacer, persigue dando saltos a su madre a la fuga. Una juventud europea que ya había experimentado su (r)evolución.

Scala / Ilustración, juego y arquitectura

En España hemos producido una generación de profesionales que han roto la barrera silenciosa que decía que ser arquitecto es proyectar arquitectura; de hecho, ser arquitecto era proyectar y edificar tu propia arquitectura, de autor, ni siquiera un proyecto en conjunto; todo lo contrario era un fracaso.  Aunque paseando por los trabajos desarrollados aún indoor (antes de eclosionar y salir al mundo exterior post-escuela de arquitectura) podríamos dudar de esa ruptura, la evidencia se hace patente muy poco después.

Sí, tenemos una generación de arquitectos jóvenes de una riqueza y una formación realmente abrumadora. Proyectos divertidos, libres, que no categorizan, y que no redefinen la arquitectura comunmente conocida, sino que la completan, complementan, la ponen del revés o de lado, la pintan de colores o la desnudan. La arquitectura y su expresión se convierten en un hecho que se desgrana y entremezcla, en toda su complejidad, sin dejar una sola faceta por explorar y trasmitir. Arquitectura es arquitectura; pero los arquitectos, estos jóvenes arquitectos, son mucho más que lo que antes encorchetábamos.

Y lo sorprendente es que en toda esa vorágine de perfiles profesionales no se pierde el rigor, ni el respeto, ni el constante aprendizaje que supone la buena arquitectura. Pero, contrariamente a aquellas épocas donde era muy fácil reconocer la figura y profesión del «Arquitecto«, ahora, con humildes y cercanas herramientas, la arquitectura se está comunicando mejor, haciéndose presente en una multitud de estrategias para hacerse ver, hacerse valer, y hacerse entender.

Dentro de esos esfuerzos constantes de generaciones emergentes por encontrar su arquitectura, nos encontramos con Juan Luis, Pedro y Miguel, tres jóvenes sevillanos que componen «Arquitectura a Contrapelo», y que han revolucionado su plataforma de crowdfunding con un juego que hace llegar la buena arquitectura, bien seleccionada y editada, a las manos de los más doctos y los más amateurs, porque ella nos compete a todos. Os dejamos la entrevista que nos concedieron a AAAA magazine:

Arte y arquitectura: Ilustraciones / Isabel Albertos

De las ilustraciones de Isabel Albertos bien podría caer enamorado Wes Anderson. Y no sólo por su dulce y gustosa paleta de colores, sino por el surrealismo en las escenas que genera. Lugares donde ciertos personajes habitan arquitecturas serenas, y producen una escenografía (a lo «Spectre» de Big fish) entre lo armonioso y lo escalofriante.

«El color y detalladas texturas son mi obsesión».

Y es que la pluma de esta ilustradora y diseñadora gráfica de los 80, medio española medio norteamericana, es capaz de combinar el sosiego con la lucha, el orden con el garabato, el negro más negro con los tonos más vivos y luminosos, todo con la naturalidad de un movimiento de mano. Y es que, como ella cuenta, «dibujo desde que pude sostener un lápiz». Su formación se la debe a Madrid, donde estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense y Dirección Artística en la ECAM, completando el elenco profesional con su faceta como educadora y como directora del Brief Festival (Madrid), un proyecto abierto que celebra la creatividad de las profesiones gráficas.

Isabel Albertos puede mezclar en su trabajo técnicas tradicionales y digitales, o verse inspirada por referencias tan diametrales como el grabado japonés, el dibujo arquitectónico o las indumentarias folclóricas y tradicionales de diferentes países. Una riqueza que no pasa desapercibida. Desde su estudio en Berlín realiza proyectos para clientes de diferentes ámbitos, como el Instituto Cervantes, Parsons Paris, The Architectural Review y Forbes, colaborando también con discográficas, productoras de de cine y editoriales.

Isabel consigue crear pequeños mundos en los que curiosear; meter la cabeza bajo el agua, asomarse detrás de un árbol, o doblar una esquina para ver qué hay en ese lado. Consigue posicionarte al mismo tiempo en un rol de espectador y de personaje, habitando una de sus microescenas, entre el papel, el lápiz, y los tabiques de un estudio cinematográfico.

Arte y arquitectura: El discurso de Diógenes / Manuel Marchant

¿Podemos explorar la memoria desde la destrucción material? ¿Puede ese colapso reivindicar un presente diferente, ligado a un pasado que recordar?

Hace algún tiempo conocí en Chile el trabajo de Manuel Marchant, un arquitecto seducido por la magia de la memoria de lo construido (y de lo destruido), y las vidas superpuestas como estampas que los lugares albergan, o que con ellos desaparecen. Algunos años han pasado ya desde esa obra fotográfica («Fábricas, a escena del crimen») hasta el actual proyecto, pero la profundidad de sus imágenes pervive. 

La fotografía y postproducción de Manuel son una acumulación y una catarsis, son creación a partir de lo que desaparece, y las lecturas que se pueden sacar de ello son una amalgama entre vidas y arquitectura, entre sociedad y economía, entre pasado y presente, ligadas por el lenguaje gráfico de dos únicas dimensiones, la fotografía, que obliga al tiempo y la elevación a frenarse durante un instante parado de reflexión.

Cenizas 06

Cenizas 06 © Manuel Marchant

Arte y arquitectura: the 100 day project / Estudio Extramuros

La producción artística… parece siempre ligada a momentos de inspiración, de expresión sin filtros donde las ideas fluyen. Pensando en el arte y los artistas, podemos no sin prejuicios imaginar ese proceso de expresión como algo muy ligado a emociones o a explorar un concepto que obsesiona. Rara vez pensaremos en un proceso organizado y metódico, donde la fuente de toda creación es precisamente una decisión inamovible, una idea extremadamente acotada en el tiempo y el espacio. El proyecto que presentamos hoy es uno de esos segundos casos: the 100 day project del Estudio Extramuros, o cómo hacer una ilustración diaria durante 100 días sin morir en el intento (y disfrutándolo y todo).

«En marzo o abril de 2015 leímos en The Great Discontent que la revista organizaba junto a Elle Luna, una artista estadounidense, el 100 Day Project a nivel global. Todo se realizaba vía Instagram, empezando el 6 de abril y acabando el 14 de julio. Vimos que era un proyecto factible y que era la mejor manera de empezar a ilustrar que teníamos. Empezamos ilustrando arquitectura sin pretensión alguna, si nos servía para mejorar flujos de trabajo en Illustrator y Photoshop, mejor que mejor, pero no había presión. Nuestra regla particular fue no dedicarle a cada una más de 45-60 minutos; esto nos obligaba a concentrarnos en un espacio corto de tiempo en una tarea y a acabarla, y nos aseguraba que no estaríamos ilustrando durante 10 horas al día sin hacer nada más».

Así, los integrantes del Estudio Extramuros, Carlos León (Málaga 1986) y Fabiola Muñoz (Sevilla, 1988), dos almas inquietas pero perfectamente organizadas y constantes, han estado desde entonces compaginando la ilustración con el resto de actividad propia del arquitecto post-escuela-de-arquitectura: concursos, encargos, colaboraciones en otros proyectos, etc.

Lo curioso y llamativo en este proyecto es cómo desde una acotación casi general (número total de obras que compone el proyecto, tiempo de dedicación a cada una de ellas, calendario, formato, vía de difusión) puede surgir un trabajo con la riqueza y expresividad que ellos han logrado.  Y es que bloqueando movimientos se potencian otros, vetando caminos se incentivan recorridos inesperados y, en este caso, fijando unos condicionantes, se abre todo un despliegue interpretativo de la arquitectura y sus artífices.

Una vez leí que los adultos, en general, a diferencia de los niños, dejamos de dibujar en el momento que empezamos a tener expectativas sobre el objeto, a autoimponernos que tiene que ser bello, o explorar una idea original, o ayudarnos a explorarnos a nosotros mismos. Quizás a veces hay simplemente que lanzarse sin esperar ningún resultado, como un ejercicio plástico, como un experimento. Porque cuando no esperas resultados, no estableces cárceles creativas, y ese suele ser el mayor de los límites.

«Haciendo recapitulación, tenemos 100 proyectos ilustrados. No todo son obras maestras, pero si hubiésemos esperado un rayo de inspiración para sentarnos a ilustrar, jamás habríamos llegado a tener 40 ilustraciones buenas. Ni 10. Pero también tenemos 100 razones o historias personales que los acompañan, y que dicen mucho de nosotros como arquitectos y de nuestra forma de entender la arquitectura».

Estética y Cordón Bleu

Uno de los platos que más me gusta de nuestra cocina es el Cordón Bleu. No es un plato que esté especialmente bueno, no tiene un sabor fascinante, ni presenta un aspecto delicioso que haga salivar con solo verlo. ¿Qué será lo que tiene el plato?

Lo auténtico es su etimología. Prueba a pronunciarlo: Cordón Bleu. Un nombre sonoramente distinguido, que parece obligatorio mencionar con bigote, bombín y chaqué. Su nomenclatura francófona evoca el lujo de las históricas escuelas de hostelería, el burbujeo del champán y la textura del tafetán.  Toda una ensoñación que inevitablemente se derrumba al recibir en el plato un san Jacobo normal y corriente, acompañado (y con suerte) de alguna  guarnición de su misma categoría social.

Esta forma de mentar esta comida es un «quiero y no puedo», una actitud excesivamente optimista de enaltecimiento de lo pobre en un intento desesperado por situarse en un estatus gastronómico que no le corresponde. Podría decirse que llamar Cordón Bleu a un San Jacobo lo convierte instantáneamente en la perfecta definición de la palabra hortera.

Pero si nos remontamos a los orígenes de su popularización, «Cordón Bleu» es solamente uno de los vestigios de una época donde lo hortera estaba allá donde alcanzara la vista: en el cine, la moda, el mobiliario, la comunicación o las tipografías. ¡Prácticamente existir era una horterada! Durante una etapa que podría fecharse entre los años setenta y principio de los ochenta aproximadamente, una estética psicodélica y muy difícil de acotar por su heterogeneidad se impuso en muchos campos. Todo aquello que no alcanzaba la categoría de «posmoderno», bien por falta de discurso, o de entidad, quedó relegado a un deshonroso accésit en degradación continua e inevitable.

Hagamos memoria. Todos hemos conocido un «Modas Barcelona» repleto de ropa interior beige y maniquíes figurativos o un «Bar Riviera» con unos neones color flúor (de palmeras y/o flamencos), casi siempre en mal estado, además de una infinidad de locales humildes con acrónimos difíciles al paladar. Pese a que ocupaban un modesto lugar en nuestras ciudades, eran difíciles de reconocer en un movimiento estético uniforme. Personalmente, no hubiera podido nombrarlo de no ser por este artículo de Alejandro Panés para Yorokobu, con una más que recomendable conferencia de Santiago Lorenzo en La Casa Encendida. Es este guionista, escritor, productor y creador en general quien le pone nombre: El Luxe

C Garnatatype3© www.garnatatype.com

Arte e Arquitetura: Cityscapes / Tim Jarosz

Há cidades que contaminam nossos sonhos. Retalhos de memórias de infância; breves cenas em um piscar de olhos no dia-a-dia, como um haiku, durante a rotina mais densa; desejos de permanecer para sempre entre seus meandros, ou de voar longe deles, deixando para trás suas valas metálicas, seus edifícios fissurados, seus muros e ruas que se transformam desde que nasceram. Cenas que te perseguem, esteja onde estiver, invadindo o subconsciente, lembrando-te de onde é.

A cidade natal, com todos seus significados, está enlaçada ao indivíduo tanto que seu perfil, seus cheiros, seus crepúsculos, são parte da nossa mais profunda percepção daquilo que nos rodeia, fazendo com que vejamos o mundo através dela; através de como a sentimos, como a lembramos, a sonhamos; a ela, nossa cidade.

Lê-se este sentimento na obra do americano Tim Jarosz, que cria fantásticas paisagens urbanas com fotografia, colagem e modificação digital das cores e texturas. Este fotógrafo e digner gráfico procedente de Chicago expressa em suas imagens uma inexistente e nova Chicago, viva só em seu imaginário.

Arte y arquitectura: Ilustración / Memosesmas

Muchas veces el interés de recorrer los caminos tangentes y secundarios en torno a la disciplina de la arquitectura, no solo radica en los conocimientos, objetos o interferencias que encuentras, sino en la gente con la que te cruzas. Y hace unos días tuvimos la suerte de encontrarnos en estas periferias con Santiago, más conocido en el espacio digital como Memosesmas.

Arte y arquitectura: Historietas / Gonzalo Martínez

Los hilos que enganchan a la arquitectura del cómic, y al cómic de la arquitectura, son muchos. Se enredan y hacen una maraña de múltiples colores y puntos de vista. Desde ofrecer la posibilidad de edificar construcciones fantásticas, hasta revisar la memoria de ciudades, paisajes, pueblos, a través de su reconstrucción en el papel. Estos lazos son muy similares a los que conectan el cine con la arquitectura, los videojuegos con la arquitectura, y, en general, cualquier levantamiento escenográfico como arte con la disciplina que nos ocupa.

A veces estas conexiones; construcciones de futuros ficticios, presentes paralelos y pasados imaginados, o de futuros proyectados, presentes críticos y pasados revisados; se hacen mucho más patentes, aunque no menos complejas. A veces, los cómics se llevan al cine, los pintores hacen arquitectura, o los arquitectos dibujan historietas.

Gonzalo Martínez es uno de esos ejemplos, una de esas misceláneas bien enfocada: «arquitecto nacido en Santiago de Chile en 1961, con un oscuro y mediocre pasado como músico de jazz; dibujante y guionista que se incorpora con sus lápices, desde los años ’80 al mundo del cómic». A continuación, la entrevista que le hemos realizado desde AAAA, así como su biografía y trayectoria completa:

Arte y arquitectura : Narrativa gráfica de arquitectura /Adrián García de 'AXXI'

Hay veces que uno tiene la suerte de haber conocido a alguien desde niño. De esa manera, sólo de esa, puedes mirar su esencia, la más arraigada, la más pura, esa que con el paso del tiempo no desaparece, aunque la sucesión de los años te lleve por caminos diferentes.

Hay personas que desde niñas han tenido una manera muy propia de mirar el mundo, de sobrevivir a él, de gritarlo y expresarlo. Esos gritos a veces vienen dados por un lápiz. Esas miradas a veces son la arquitectura.

Adrián M. García era mi compañero de colegio, cuando éramos tan pequeños que ni siquiera recuerdo la edad. Pero lo recuerdo agarrado a un lápiz y un papel, como un náufrago se agarraría a una hoja que guarda agua de lluvia. Yo también dibujaba, por el simple placer de mover la mano y ver los colores y las líneas enredándose en laberintos que se generaban sensualmente, segundo tras segundo, milímetro tras milímetro. Dibujaba sin pensar, mientras miraba los dibujos de Adrián, el niño que ‘también se distraía en el papel’. Él, sus dibujos, eran otra cosa. Él creaba mundos. Narraba historias.