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Arte y arquitectura: La densidad del aire / Fred Sandback

Trasteando entre la colección de conferencias de Juhani Pallasmaa en youtube me topé con una especialmente interesante (y que sin dudarlo os recomiendo): The complexity of simplicity. Ha sido gracias a esta conferencia que he conocido a uno de los artistas que más me han sugerido.

Las obras de Fred Sandback se se sitúan a caballo entre el minimalismo y el arte conceptual, como las creaciones de muchos de sus coetáneos. Sin embargo, las instalaciones de este artista tienen un componente perceptivo que, sobre todo a los arquitectos, no nos deja indiferentes.

Valiéndose de lanas de colores oscuros, y haciendo pequeños orificios en las paredes, Sandback reproducía figuras geométricas sencillas a gran escala cuyo impacto visual es evidente, no tanto por el tamaño como por la ambigüedad que suscitan. Hacemos aquí un pequeño inciso sobre el término ambigüedad, referido  no a la posibilidad excluyente de ser lo uno o lo otro, si no a la posibilidad incluyente de ser lo uno y lo otro.

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Fred Sandback: http://fredsandbackarchive.org

¡Este sitio agobia! / Arquitectura y Neurociencia

¿Alguna vez has cenado en un restaurante en el que tienes que hablar a gritos para que la persona que está sentada a menos de un metro de ti te pase la ensalada?

Son muchas las veces que, en espacios públicos, habitualmente cerrados, tenemos que modificar nuestro comportamiento habitual por las condiciones espaciales. Si en el proceso del diseño del restaurante se tuviesen en cuenta las cualidades acústicas del espacio, por ejemplo, colocando algún material absorbente en el techo (como una tela o material poroso, a poder ser, perforado) no haría falta elevar el volumen de la voz para dirigirse a los comensales que nos acompañen.

Una explicación más sólida del suceso del restaurante, comienza por comprender que la respuesta que los humanos mostramos hacia la arquitectura se asienta generalmente sobre emociones a priori subjetivas como “Me gusta este espacio porque es muy amplio”, o “No me gusta esta oficina porque no tiene luz natural”. Pero detrás de estas respuestas emocionales hay una base científica que las explica. Varios equipos de neurocientíficos han demostrado que en el momento en el que nos adentramos en un espacio se desencadenan una serie de actividades en nuestro cerebro que afectan a nuestras emociones, nuestra salud e incluso al desarrollo de nuestra memoria.

Una habitación propia

En 1920 Arnold Bennett escribió un ensayo titulado Nuestras mujeres: tratado sobre la discordia sexual, en el que defiende, como muchos otros eruditos de la época, la inferioridad intelectual femenina con los siguientes argumentos:

“En la literatura universal encontramos cincuenta poetas, al menos superiores a cualquier poetisa. Con la posible exención de Emily Brontë, ninguna novelista de sexo femenino ha producido una novela que iguale las grandes novelas escritas por hombres. Ninguna mujer ha creado pinturas ni esculturas que superen la mediocridad, ni música que la supere. Tampoco ha habido ninguna mujer que se acercara ni remotamente a las cumbres de la crítica, ¿Me puede decir alguien el nombre de una filosofa famosa? ¿O el de una mujer que haya producido alguna generalización trascendental de la forma que sea? Si bien es verdad que un pequeño porcentaje de las mujeres son inteligentes como los hombres, en conjunto, la inteligencia es una especialidad masculina. No hay duda que algunas mujeres son geniales, pero la suya es una genialidad inferior a la de Shakespeare, Newton, Miguel Ángel, Beethoven, Tolstoi. Además, la capacidad intelectual mediana de las mujeres parece muy inferior”

Nueve años después, esta tesis fue contestada con gran agudeza e inteligencia por Virginia Woolf en su obra Una habitación propia. En ella  explica que si existían tan pocas intelectuales a lo largo de la historia se debía a la alienación de la mujer en la sociedad y no a una inferioridad intelectual.

Entre las causas fundamentales que exponía, se encontraba una necesidad arquitectónica que hoy en día nos parece muy básica: una habitación propia.

Ajedrez. Movimiento y espacio

Vamos a empezar una partida de ajedrez, no voy a sorprender a nadie. Voy a mover un peón, sin perder mucho tiempo en decidir cual…, por ser el primero, dos posiciones al frente.

No es necesario ser un experto en el tema para poder observar la jugada y ser consciente de haber visto cómo emprender en el vacío, como actuar sin precedentes. Pero hay muchas opciones para empezar y hay que estudiarlas. Existen formas de aprender el inicio desde el final, de construir un cuento desde la moraleja. Y también hay formas de asumir un punto intermedio, uno de tantos nudos en la partida como inicio para oír lo pasado y dibujar las siguientes jugadas con permiso del enemigo.

¿Está el señor de la casa en la Casa del Señor?

Neue Wache - Berlin - Borja Condado

Neue Wache – Berlin © Borja Condado.

“Dios es uno y está en todos

Y afuera os estáis matando por él,

Por ponerle apodos.”

(Rafael Lechowski)

No creo en Dios. Quizá en dios. Creo que no creo. ¿Qué algo hay y algo habrá? “Llámalo equis, me parece bien; llámalo energía, mejor todavía”, que diría el maestro Sabina. Llámalo destino, o desatino. Llámalo amigo imaginario. Llámalo Guionista. Eso es lo de menos ahora, el asunto aquí es cómo hacer que otros lo sientan, le perciban.

Para ello, el arquitecto a lo largo de la Historia (no voy a meterme a diseccionar tantos siglos) ha utilizado muchos recursos, ideas, trucos, argucias, inventos… Todos ellos a la hora de crear lo que puede denominarse espacio religioso o, mejor aún: espacio sagrado. Todos hemos visitado una parroquia, una iglesia y alguna catedral; algunos también, una mezquita; otros, una sinagoga; varios, un templo budista; y así podría seguir. Más allá de ser, como mínimo, un espacio amplio dedicado a la reunión de seres humanos, cada una de estas tipologías tiene, obviamente, sus características propias, en función de la religión y ritos que ésta profesa.

Voy a centrarme en las iglesias y catedrales, por proximidad cultural y mayor conocimiento y estudio. Como persona no religiosa, durante la carrera (cuando aún se construían edificios en este país), me pregunté: “¿estaría dispuesto a diseñar un espacio religioso?”. Y, ciertamente, aparcando en doble fila los principios (para estar un poco más atento a ellos y que nadie se los lleve), en el catálogo de la arquitectura es quizá el proyecto más apetecible, más artístico, más libre en cierta medida, más ambicioso e, incluso, más interesante. Filtrando muy mucho la definición de “arte” hasta llegar a “aquello que hace sentir”, ¿no sería éste el espacio humano más artístico?