Soy barro, deshecho por el Draa
Descendemos la carretera atraviesa el Atlas, desde Marrakech. El sol dibuja un paisaje totalmente inesperado. La roca pura, partida en piezas geométricas fruto de los cambios de temperatura, adquiere texturas y colores jóvenes, viejos, casi violentos, todo a la vez.
El antiguo río de fuego y magma se suicida montañas abajo, lejos, en el horizonte, hacia los brazos amables del río y su colchón verde de palmeras.
Lo masculino y femenino se unen y pelean. Blando y duro, luz y sombra, agresividad y sensualidad, se mezclan, se saborean, hasta drogar y embelesar los ojos de los mortales.
Y de repente, Tamnougalt. Todo es visual. Las sensaciones entran en torrente, y necesitas más y más tiempo para mirar, una vez tras otra, la misma montaña.
Cómo cambia con cada movimiento del sol. Necesitas más y más tiempo para caminar descalza sobre las calles de piedra y tierra del qsar. Y perder los zapatos. La ropa. El reloj.
Perder la cordura para tocar las paredes centenarias de las kasbahs, hasta sentirte parte de esa arquitectura.
Hasta sentirte barro, caldeado bajo el sol, deshecho por la lluvia.
Texto: Ana Asensio Rodríguez / Fotografía: Ana Asensio Rodríguez / Primera publicación : Arte sin Blanca / 05 de Enero de 2014