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Where is your playground?

Recuerdo con cariño el parque que estaba al lado de mi colegio, en la pequeña ciudad en la que crecí. En este parque había una zona con columpios de madera; el más concurrido era una gran tabla hincada la arena a 45º, con agujeros de diferentes formas y tamaños. Varias lamas de madera nos ayudaban para poder escalar la tabla.

Cada niño lo utilizaba a su antojo, pero jugábamos todos juntos: a ver quién llegaba a la esquina de la tabla que volaba sobre el suelo, a colgarnos boca-abajo desde los agujeros, al clásico pilla-pilla pero sobre la tabla (el que salía de la tabla perdía) … Sólo se dejaba de jugar para beber un poco de agua. Éste era el parque de los que vivíamos cerca del cole. Íbamos todas las tardes de la semana.

  Arthur Leipzig: Niños jugando con tiza en Prospect Place, Brooklyn, NYC. 1950
Arthur Leipzig: Niños jugando con tiza en Prospect Place, Brooklyn, NYC. 1950

Pero este no era el único parque de la ciudad, ese era nuestro parque, había otros parques de otros niños que se nos escapaban de nuestros radios de acción. Lejos de las fronteras de nuestro barrio, todo se volvía difuso. Recuerdo que algún día mis hermanos y yo le pedíamos a la canguro que, por favor, nos llevara al parque tal niño o de tal otro. Entre calles desconocidas llegábamos a descubrir un mundo totalmente nuevo, lleno de niños que nunca habíamos visto y con cosas tan novedosas para nosotros como una fuente con botón (en nuestro parque eran de chorro continuo). Esto era cuando teníamos a una canguro que nos llevara hasta el parque. Cuando no, sólo podíamos jugar lo suficientemente cerca de casa como para que nuestra madre nos viera desde la ventana, o lo suficientemente cerca del negocio familiar como para que, al asomarse por la puerta, supieran donde estábamos.

Arthur Leipzig: Saltando sobre barriles, NYC. 1943
Arthur Leipzig: Saltando sobre barriles, NYC. 1943

Esas tardes eran auténticas. Sobre el asfalto de la plaza, los dibujos del pavimento eran los delimitadores de nuestros juegos inventados. Una pequeña pelota de goma encontrada por la calle, una goma de colores fluorescentes o una comba, podían ayudarnos a entretenernos hasta que cayera la noche.

Trepar barandillas, hacer el pino contra la pared, trenzas con las ramas de los arbustos, jugar con la arena, dibujar una rayuela en el asfalto, contar alcantarillas en una plaza, subirse a los alféizares de las ventanas… La imaginación de los niños llega hasta límites desconocidos. La vivencia del espacio público como un campo de juegos es de las actividades más entretenidas y enriquecedoras que recuerdo. Campos de juego en los que nosotros poníamos las reglas.

Helen Levitt: Botón al pasaje secreto, NYC, 1938.
Helen Levitt: Botón al pasaje secreto, NYC, 1938.

En la historia de la arquitectura, hemos visto cómo el archiconocido Aldo Van-Eyck transformó solares vacíos entre medianeras en sencillos playgrounds. Formas geométricas en planta, una pequeña diversidad de volúmenes y materiales, et violá, cóctel perfecto para horas de diversión.

Cuando ese diseño premeditado no existe, aparece la imaginación de los niños. Farolas que son árboles, bancos que son barcos o pavimentos que flotan. Lluvias torrenciales transforman la calle en un estanque, diversión asegurada.

 Vivian Maier: Niños jugando con una boca de incendios, NYC verano de 1954
Vivian Maier: Niños jugando con una boca de incendios, NYC verano de 1954

Resultados realmente interesantes afloraron durante la época de los años 60 en ciudades como Nueva York, donde comenzaba a aparecer el concepto de espacio público pero se carecía de la sensibilidad por el urbanismo por evidentes carencias históricas.

Vivian Maier:  12 de Agosto, NYC, 1954
Vivian Maier:  12 de Agosto, NYC, 1954

La ciudad de Nueva York, caracterizada por sus calles y avenidas formando perfectas manzanas compactas, parecía no poder respirar entre tanto asfalto, y los niños de El Barrio, en muchas ocasiones sin un colegio al que poder asistir ni un parque en el que poder jugar, hacían de las calles su playground particular. Gracias a la proliferación de la afición a la fotografía de mano de personajes como Vivian Maier, Arthur Leipzig o Helen Levitt, en el archivo de la biblioteca municipal de la ciudad podemos encontrar gran cantidad de documentación sobre estos hechos.

Arthur Leipzig: Balón prisionero. NYC. 1950
Arthur Leipzig: Balón prisionero. NYC. 1950

Los condicionantes histórico-culturales de cada sociedad, hacen que el escenario para el juego y, en consecuencia, el aprendizaje, lleven caminos diferentes. Aunque hay actividades que permanecen invariables entre culturas (como la Rayuela, la goma y la comba), algo que se mantiene es que una ciudad llena de vida es aquella en la que se escucha cantar a los niños de fondo, en la que los jóvenes corretean por las aceras y los usuarios del espacio público interactúan con él desde el respeto.

Mejorando la calidad de vida de los habitantes. Me llamó mucho la atención cuando estuve en  China y vi que las mujeres bailan en la calle, lo hombres juegan al bádminton en las apretadas aceras. Para estos, su playground es la calle.

Jugar es la mejor forma de aprender y alimentar al cerebro con estímulos que enriquecen las conexiones entre nuestras neuronas, muy probablemente albergue el secreto de la juventud.

Y para ti, ¿dónde está tu playground?

Texto: Ana Mombiedro / Fotografía: Info en el pie de foto/ Escrito originalmente para AAAA Magazine / Cita: Ana Mombiedro, “Where is your playground?” / Fecha 27 oct 2015

Ana Mombiedro