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Y comprarse un edificio en Nueva York

No lo es, no es fácil apenas intentar crear algo hoy en día. Comenzar una actividad creativa obliga  a hacer adulteces (1) como decía Mafalda, llegando a olvidar a veces la esencia de qué hacer y por qué hacer. Tomando perspectiva y olvidando por un momento las adulteces a las que todos tenemos que responder, la idea de realizar un trabajo creativo es una iniciativa que muchas veces se ve truncada por la ausencia de medios, de un espacio, o de un canal de difusión. En el mundo actual, mediatizado y competitivo, apenas se distingue una buena idea de una que hace mucho ruido. Nuestro hábitat, nuestro tejido urbano, nuestra ciudad, es ese mundo en que las ideas surgen como pequeñas chispas.

La ciudad, sin embargo, es un tejido difuso. En los muchos intentos por analizarla, sistematizarla y descomponerla, las interacciones que se producen entre los diferentes parámetros de análisis recrean tantas relaciones y enlaces que no es posible tener un modelo limpio y aislado. Es una constelación tintineante y multicolor en la que pueden apreciarse dinámicas que ni siquiera son constantes en el tiempo.  Contemplando esta abstracción de ciudad, quizás es más bonito ver las luces, pero hay zonas apagadas, oscuras, que no siempre lo fueron.  Como escribía Rafael Alberti: “Dio su revés la luz. Y nació el negro” (2).