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Un idilio entre el arte y la arquitectura: el IFAC

Hay encuentros entre personas que te llenan de electricidad. Cruces de caminos breves e intensos, cargados de magnetismo, de pensamientos compartidos, y de ideas bellas. Pequeñas conexiones inesperadas, fugaces, con fecha de caducidad, y que sin embargo quedan mucho tiempo en la memoria.

A veces, los cruces de caminos no se dan entre personas, sino entre artes, oficios, habilidades, experiencias. La inevitable atracción entre el arte y la arquitectura es una de ellas. Misceláneas explosivas, romances borrachos de imaginación.

Y, muy pocas veces, ocurren ambas cosas a la vez. Y, entonces, sólo puedes esperar a que vuelva a suceder.

Se llama IFAC, y es el International Festival of Art and Construction. Esta celebración de diez días reúne cada año a más de 300 personas de todo el planeta en algún área rural del mapa europeo: almas inquietas, llenas de libertad creativa. He tenido la infinita suerte de ser una de esas 300, y por eso quiero contar cómo es IFAC, desde su apasionante interior.

Acciones visibles / Amor y arquitectura vol.3

[…] No me estoy refiriendo al amor entre dos personas, a besarse, dormir juntos y contraer matrimonio. Hablo del amor que se ha convertido en el único sentimiento que rige una vida. […] – Simplicissimus-Kalender, 1907 | Hermann Hesse –

De un modo general podemos entender como buena arquitectura aquella que sabe escuchar y dar respuesta de un modo adecuado y proporcionado a los distintos elementos que acotan nuestro plano de actuación [social, político, económico, urbano, físico y material] y que además nos emociona por la coherencia entre las múltiples relaciones que el propio proyecto establece.

Actualmente vivimos enredados y conectados de un modo completamente nuevo, aunque sorprendentemente estas redes y vínculos parecen estar limitados al espacio virtual, no produciéndose por desgracia una traducción física de esta actividad, a excepción de puntuales congresos, ferias y eventos de algún tipo. Cabría entonces esperar que la arquitectura de nuestro tiempo supiese alimentarse de esta capacidad que nos brindan las tecnologías para estar interconectados y definir sentimientos en torno a aspectos vertebrales de nuestra vida.