Recuerdos de una ciudad embrujada / Shanghai
Recuerdo Shanghai. A veces.
El primer día, como un contínuo de varias decenas de horas, desde que despegué con alas de aluminio de mi país. No sabía si era de día, o de noche, si tenía sed, o hambre. Casi no sabía en qué punto del planeta estaba.
Shanghai, a veces te recuerdo. Otras simplemente, leo la única página que escribí:
‘La ciudad, activa y turbulenta de día, clara y pálida, gris saturado. De noche, despierta tranquila y sosegada, sucia, embrujada. Luminosa, oscura. Llena de olores, secretos y desvelos. Pero quizás ahora no es de noche. No lo sé. Quizás Shanghai es sólo un engaño de los sentidos, una ilusión, una imagen imprecisa en la mente, en lo más profundo del ser. Las horas al revés, la cabeza en el suelo, y los pies queriendo volar y no correr.
Cercana y distante, la ciudad de los cuatro mil rascacielos desafía a las estrellas, y a la luna, ocultas, a salvo, tras la neblina. Focos y bombillas de colores, pantallas de publicidad, y barcos engalanados surcando las aguas de la bahía amarilla, conquistan la bruma.
Shanghai, ciudad de los contrastes, de agujas de vidrio y acero, junto a casitas de madera, húmedas y pintadas de grasa de cocina, polvo y basura. Ciudad de gente risueña y enfadada a la vez, de aire espeso y gris, y tornasolado, a la vez.
El manto húmedo mezclado con la polución te ensucia la piel, y el pelo, al tiempo que contamina tus ojos con todos los colores imaginables, te tiñe, creando atmósferas fantasmagóricas, irreales, seductoras.
Shanghai es un hechizo, sus paredes son fábulas de cristal, mitos metálicos, sueños de madera tallada, delirios de luz. Sus calles una alucinación, su tumulto una trampa, su oxígeno un monstruo.
La metrópoli que es confusión y no orden, perturbación mágica que gira y cambia cuando cierras los ojos, que levanta una ciudad sobre la ciudad, sin detenerse, sin temor, sin remordimiento, como brujería que es.’
Nunca volveré a ver Shanghai, si es que alguna vez conseguí levantar su velo y mirarla al corazón. Nunca volveré a verla, pues nada allí permanece, ni calles, ni casas, ni memoria; Sólo gentes, hechas aire, almas que se evaporan, y vuelan, para bailar, para colorearse. A veces te recuerdo, Shanghai, si es que alguna vez te llegué a conocer.
Texto: Ana Asensio Rodríguez / Fotografía: Ana Asensio Rodríguez / Escrito originalmente para Arte sin Blanca / Cita: Asensio, Ana “Recuerdos de una ciudad embrujada / Shanghai” / Fecha: 29 de Mayo de 2014