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Arte y arquitectura: Ilustraciones / Isabel Albertos

De las ilustraciones de Isabel Albertos bien podría caer enamorado Wes Anderson. Y no sólo por su dulce y gustosa paleta de colores, sino por el surrealismo en las escenas que genera. Lugares donde ciertos personajes habitan arquitecturas serenas, y producen una escenografía (a lo «Spectre» de Big fish) entre lo armonioso y lo escalofriante.

«El color y detalladas texturas son mi obsesión».

Y es que la pluma de esta ilustradora y diseñadora gráfica de los 80, medio española medio norteamericana, es capaz de combinar el sosiego con la lucha, el orden con el garabato, el negro más negro con los tonos más vivos y luminosos, todo con la naturalidad de un movimiento de mano. Y es que, como ella cuenta, «dibujo desde que pude sostener un lápiz». Su formación se la debe a Madrid, donde estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense y Dirección Artística en la ECAM, completando el elenco profesional con su faceta como educadora y como directora del Brief Festival (Madrid), un proyecto abierto que celebra la creatividad de las profesiones gráficas.

Isabel Albertos puede mezclar en su trabajo técnicas tradicionales y digitales, o verse inspirada por referencias tan diametrales como el grabado japonés, el dibujo arquitectónico o las indumentarias folclóricas y tradicionales de diferentes países. Una riqueza que no pasa desapercibida. Desde su estudio en Berlín realiza proyectos para clientes de diferentes ámbitos, como el Instituto Cervantes, Parsons Paris, The Architectural Review y Forbes, colaborando también con discográficas, productoras de de cine y editoriales.

Isabel consigue crear pequeños mundos en los que curiosear; meter la cabeza bajo el agua, asomarse detrás de un árbol, o doblar una esquina para ver qué hay en ese lado. Consigue posicionarte al mismo tiempo en un rol de espectador y de personaje, habitando una de sus microescenas, entre el papel, el lápiz, y los tabiques de un estudio cinematográfico.

Arte y Arquitectura: Habana en Mediterráneo / Agnes Fong

La ciudad caótica de semáforos y coches, o la ciudad pequeña con su desorden amable; la ciudad tuya, o la ajena; la ciudad de luz gris y coloridas casas, o luminosa de neutro blanco pintada. La ciudad es mezcla. De edades, de personas foráneas y autóctonas, de ideas, y formas de vivir. Pero finalmente la ciudad es una. Una sola. Las miradas sobre ella, ésas son las múltiples.

Mirar la ciudad en la que has nacido, y siempre has vivido. Mirar esa misma ciudad desde la lejanía y el recuerdo de las calles que ya no son tu cobijo. Mirar la ciudad nueva, la de los sueños alcanzados, la vida que recién comienza de nuevo. La ciudad a la que huyes. La ciudad de la que escapas. La que te abraza.

¿Cómo conocer a esa escurridiza dama? Misteriosa, tiene múltiples caras, cambia de máscara cada vez que la crees conocer, cada día que pasa, cada año que te atrapa. Cómo desentrañar sus transformaciones, sus rechazos, sus fracasos, sus nacimientos.

«Dibujar la ciudad, el entorno del hombre, una forma de entendimiento.
Escribir al hombre, una estrategia para dibujarlo». [Agnes Fong] 

Entre la poesía y el dibujo, la obra de Agnes Fong delinea las idas y venidas humanas, las diferentes personas reflejadas en esa miscelánea ciudad. Cada casa podría ser una persona (su vida, sus viajes, sus antepasados), y cada calle podría ser un destino emprendido, o una ruta a explorar.

Recuerdos de una ciudad embrujada / Shanghai

Recuerdo Shanghai. A veces.

El primer día, como un contínuo de varias decenas de horas, desde que despegué con alas de aluminio de mi país. No sabía si era de día, o de noche, si tenía sed, o hambre. Casi no sabía en qué punto del planeta estaba.

Shanghai, a veces te recuerdo. Otras simplemente, leo la única página que escribí:

© Ana Asensio

© Ana Asensio

Arte y Arquitectura: Cityscapes / Tim Jarosz

Hay ciudades que contaminan nuestros sueños. Retales de recuerdos de niñez; breves escenas que suceden en un parpadeo en el día a día, como un haiku, en la rutina más densa; deseos de permanecer para siempre entre sus rincones, o de volar lejos de ellas, dejando atrás sus vallas metálicas, sus edificios desconchados, sus muros y calles que se han ido transformando desde que te vieron nacer. Escenas que te persiguen, estés donde estés, invadiendo el subconsciente, recordándote de dónde eres.

La ciudad natal, con todos sus significados, está enlazada al individuo tanto que su perfil, sus olores, sus atardeceres, son parte ya de nuestra más profunda percepción de aquello que nos rodea, provocando que miremos el mundo a través de ella; a través de cómo la sentimos, cómo la recordamos, la soñamos; a ella, a nuestra ciudad.

Este sentimiento se lee en la obra del americano Tim Jarosz, que crea fantásticos paisajes urbanos a través del uso de la fotografía, del collage y la modificación digital del color y textura. Este fotógrafo y diseñador gráfico procedente de Chicago expresa en sus imágenes una inexistente y nueva Chicago, viva sólo en su imaginario.