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Islas Uros, la ciudad sobre las aguas brillantes

© Ana Asensio

© Ana Asensio

Nunca creí llegar a un lugar como éste, a una ciudad vegetal meciéndose sobre aguas gélidas. El cuerpo tumbado en una capa de un metro de totora, bajo el brillante sol del lago Titikaka. Frente a la ciudad de Puno, aún en la parte peruana del lago, se extienden las Islas de los Uros, islas flotantes en un lago de aguas puras pero turbias.

En estas mágicas islas doradas, la acuosa caña rige la vida. Da el suelo que se pisa, las paredes que te abrigan, y un alimento nutritivo. La totora dibuja senderos en el agua, da cobijo a truchas, patos y carachis, y regala una fibra con la que se confecciona todo lo que tu mente decida realizar. El gran lago y sus entrañas gestan una cultura milenaria, que crece arraigada a sus ancestros y su paisaje.

Esto no es un artículo de arquitectura.

Esto no es un artículo de arquitectura. Ni siquiera es un artículo. No es una crítica, ni un ensayo, ni ningún texto divulgativo. No es más que una carta de amor, tristemente, sin destinatario.

Es una carta de amor a quien me enseñó a mirar el mundo desde la ventanilla de una furgoneta, recorriendo países hasta donde el bolsillo llegara. Una carta a quien escribía poesías y canciones en papeles de cuadros, con una caligrafía que ahora se parece a la mía. Esto no son más que palabras, para esa persona que se perdía mirando la sensualidad de un aljibe encalado en Almería, o de la blanca arquitectura de César Manrique.

Manifiesto

Hoy tenemos la ilusión de compartir con vosotros el Manifiesto, que recoge la filosofía con la que viaja esta revista, y la que nos ha llevado a muchos de nosotros a cometer muchas locuras, por este amor peligroso que es la arquitectura. MANIFIESTO La arquitectura es más antigua que la profesión del arquitecto. La arquitectura es expresión de pueblos, gentes y culturas. Es inherente al ser humano. Es indisoluble del arte. La arquitectura da cobijo, calor, hace feliz o desgraciado a quien la habita. La arquitectura es una necesidad humana, y el arquitecto tiene las herramientas para construir ese servicio a la sociedad. La arquitectura habla, presume ante los ojos externos, oculta tras las cortinas una forma de vida. La arquitectura tiene rostro, tiene personalidad, tiene miedos, sueños, tiene tabúes. La arquitectura tiene vida, y necesita ser habitada para tener sentido. La arquitectura necesita al hombre, y el hombre, necesita una arquitectura humanista....

Hoy tenemos la ilusión de co...

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La historia del alma humana

"La arquitectura es un lenguaje capaz de contar la historia del alma humana, que vive y respira, tiene un interior y un exterior, un cuerpo y un alma como un ser humano." Daniel Libeskind ...

"La arquitectura es un lengua...

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The story of the human soul

"Architecture is a language which is able to narrate the story of the human soul, that lives and breathes, characterized by an interior and an exterior, with a body and a soul, like the human being." Daniel Libeskind ...

"Architecture is a language w...

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Los vericuetos de la profesión del arquitecto: el cine

Pertenecemos a una disciplina llamada arquitectura. De aquí se deduce, que nuestra profesión será la de hacer arquitectura, que se aprende en las escuelas de arquitectura. En ellas, la columna vertebral es una materia llamada “proyectos” en España, “taller” en Chile, “composizione” en Italia, y así sucesivamente.

Esa línea ósea es fuerte, y sólo un poco flexible, únicamente te permite curvarla hacia una dirección u otra. Pero no te permite ramificar, como otras estructuras, las vegetales por ejemplo. En Proyectos-Taller-Etc no sólo existe una ideología sobre una arquitectura generalmente aceptada, sino que tiene tanta influencia sobre el resto de los estudios que muchos nuevos profesionales salen rebotando de las universidades pensando que si no construyen edificios (y más retorcido aún, sus propios diseños, como artista edificador que se es), son prácticamente unos fracasados.

Este fenómeno de auto-martirio respecto a la frustración profesional sucede a lo largo y ancho de este mundo. En el caso de los arquitectos españoles, dramáticamente agravado por la crisis.

Soy barro, deshecho por el Draa

Descendemos la carretera atraviesa el Atlas, desde Marrakech. El sol dibuja un paisaje totalmente inesperado. La roca pura, partida en piezas geométricas fruto de los cambios de temperatura, adquiere texturas y colores jóvenes, viejos, casi violentos, todo a la vez.

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Fotografía: Ana Asensio Rodríguez

Cuaderno de viaje

Permanezco así largo rato, los codos en la ventana, la cara a la calle, mirando hacia arriba tratando de descifrar el camino esquivo del viento. Dejo que me roce la piel, y que siga su camino. Llévame, vendaval, a una noche de verano horneada de jazmín, a un húmedo día de primavera, extraño, amarillo, vestido de azahar.