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Cine / Michael Mann y la arquitectura como herramienta narrativa

Por Pepe Soriano:

Los años ochenta fueron una década de excesos en el cine durante los cuales el apartado visual fue la niña de los ojos de la industria, eclipsando al resto del producto final, en lugar de potenciarlo. Sin embargo, un director supo manejar de forma sobria los clichés visuales del momento, como los montajes musicales o los filtros saturados, para usarlos como lienzo sobre los que escribir una historia: Michael Mann.

[Fotograma de “Ladrón” (1981)]

Una habitación propia

En 1920 Arnold Bennett escribió un ensayo titulado Nuestras mujeres: tratado sobre la discordia sexual, en el que defiende, como muchos otros eruditos de la época, la inferioridad intelectual femenina con los siguientes argumentos:

“En la literatura universal encontramos cincuenta poetas, al menos superiores a cualquier poetisa. Con la posible exención de Emily Brontë, ninguna novelista de sexo femenino ha producido una novela que iguale las grandes novelas escritas por hombres. Ninguna mujer ha creado pinturas ni esculturas que superen la mediocridad, ni música que la supere. Tampoco ha habido ninguna mujer que se acercara ni remotamente a las cumbres de la crítica, ¿Me puede decir alguien el nombre de una filosofa famosa? ¿O el de una mujer que haya producido alguna generalización trascendental de la forma que sea? Si bien es verdad que un pequeño porcentaje de las mujeres son inteligentes como los hombres, en conjunto, la inteligencia es una especialidad masculina. No hay duda que algunas mujeres son geniales, pero la suya es una genialidad inferior a la de Shakespeare, Newton, Miguel Ángel, Beethoven, Tolstoi. Además, la capacidad intelectual mediana de las mujeres parece muy inferior”

Nueve años después, esta tesis fue contestada con gran agudeza e inteligencia por Virginia Woolf en su obra Una habitación propia. En ella  explica que si existían tan pocas intelectuales a lo largo de la historia se debía a la alienación de la mujer en la sociedad y no a una inferioridad intelectual.

Entre las causas fundamentales que exponía, se encontraba una necesidad arquitectónica que hoy en día nos parece muy básica: una habitación propia.

Diario Íntimo

El sol cae de sueño, dejándose mecer entre los brazos de unas nubes grises disueltas por la música. «Llorona» suena de fondo, llevándose las últimas motas de escarcha de la piel. No importa el dónde. No importa con quién. El día acaba, y tras él otro, aderezado con nuevos sabores, salpicado con nuevas personas, sombreado con nuevos aromas, que nunca podrán desbaratar el paño urdido de la rutina.

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© Ana Asensio