Decir “voluntariado” es apelar a la ambigüedad de un concepto con muchos puntos de vista posibles, numerosos métodos diferentes, pero algo común: su valoración superlativamente positiva. Como el tema es extenso para un breve texto, me centraré en una: el voluntariado en cooperación internacional. Este (también) extenso campo lo dividiré en tres: el voluntariado técnico o especializado (o la explotación encubierta), el voluntariado no profesional (más equilibrado), y las “experiencias de voluntariado” (o vacaciones norte-sur).
Comencemos por las últimas, las más vergonzosas. Aquí entrarían aquellas empresas encubiertas que explotan al máximo un coctail de patologías humanas infalible: el complejo de “salvador blanco” (tranquilos, ya estoy aquí; he venido a ayudar), la necesidad de valoración externa (qué valiente, qué solidario), el aburrimiento (“necesito vivir experiencias”), la búsqueda personal (“no vemos las cosas como son, sino como somos”, y demás coelhadas); y, por supuesto, el capital. El resultado es la venta (sí, pagando) de experiencias de voluntariado con un coste alto, del cual las comunidades anfitrionas reciben...
Decir “voluntariado” es apelar...
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