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La imagen construida de la arquitectura para la cooperación

La realidad se construye en base a relatos; lo presencial es minoritario, y es a través del movimiento de la información que se transmite un hecho. Cómo se extrapola y decanta, cómo se compone y distribuye, es per se una obra, y ser consciente de que este gris intermedio existe y de que es una construcción humana es muy necesario, especialmente cuando tratamos temas que requieren una gran sensibilidad.

Partiendo del hecho de la inevitable manipulación, hay grados y grados. Se puede intentar generar una imagen imparcial, inclusiva, general pero profunda, del mismo modo que se puede convertir lo anecdótico en el todo, lo impactante en lo verdadero, y lo necesario en lo invisible.

Hablando del desarrollo profesional de los arquitectos en el campo de la cooperación, esta polaridad se hace especial y lamentablemente patente, pudiendo dividir los proyectos en acciones influencers Vs acciones influyentes. Unas causan principalmente un impacto entre el público lejano; las otras transforman verdaderamente un lugar.

 Ilustración: Santiago Vicente (Memosesmas), artista y arquitecto.

Se puede entender que el público no especializado sea fácilmente seducido por la potencia de imágenes y discursos alrededor de obras arquitectónicas en contextos vulnerables, obras que combinan lo lowcost con la limpieza del diseño, generando una imagen de lo que aparentemente parece ser la “arquitectura para la cooperación”.

Lo que no tiene perdón es que los propios profesionales se dejen edulcorar de ese modo, y que los medios “especializados” se conviertan en cómplices, colaborando alegremente en una especie de “tráfico de influencias” que construye una imagen irreal (pero muy bella) de lo que se necesita de nosotros como arquitectos en los lugares receptores de ayuda para la cooperación, o en cualquier ejercicio de la profesión que se desarrolle en lo informal.

Esta situación beneficia principalmente a los medios y a este tipo de estudios, los cuales son un porcentaje ínfimo del total los implicados: las comunidades en situación precaria, y los arquitectos con capacidad técnica suficiente para ejercer su oficio. Resumiría lo negativo de esta práctica tan establecida en este breve elenco:

-Autocondicionamiento: en demasiadas ocasiones desarrollamos nuestra profesión bajo la dictadura de la belleza arquitectónica, impidiéndonos ver actuaciones sencillas, discretas, y a veces, poco reseñables visualmente, que mejorarían la vida de un mayor número de personas.

-Invisibilidad: el dominio de la arquitectura como producto en las publicaciones invisibiliza la investigación en terreno en los diferentes campos, y dificulta que este rico y útil sedimento llegue y cale en los profesionales en formación.

Desinformación: no conocemos el trabajo que realizan un gran porcentaje de nuestros colegas de profesión, ni alimentamos las diferentes facetas que podemos desarrollar como arquitectos.

Irresponsabilidad: como arquitectos, olvidamos gran parte de nuestras responsabilidades consistentes en crear un mejor hábitat para la sociedad. Estamos obviando la idiosincrasia de todo un campo de desarrollo del arquitecto, al tiempo que estamos faltando a una responsabilidad global.

“En la relación arquitectura-cooperación acecha el mal de la arquitectura de revista, que tanto daño ha hecho a la profesión. Hoy peligra que se ponga de moda diseñar para pobres, construir artefactos que aterrizan en favelas cual naves espaciales, proponer planes urbanos para ciudades devastadas por terremotos pensadas desde Google Earth en oficinas europeas, etc., reforzando, con ello, la imagen del arquitecto que, alejado de la realidad, erige falsetes impertinentes e innecesarios, para deleite de los poderes y los medios, usando la arquitectura para un fingido lavado de imagen. De esta forma, se eclipsa, una vez más, a todos los profesionales que desde el anonimato, la austeridad y la modestia ponen todo su conocimiento y capacidades en acompañar a comunidades en la construcción de su entorno.” (Verónica Sánchez en “Arquitectura y cooperación”, en BlogArquia, 2015)

Siempre es necesario mirar más allá, siempre es importante no ser cegados por lo que brilla como la purpurina, siempre es honesto buscar las acciones calladas pero de pies firmes. Ahora, creo que también es importante abrir un hueco en la comunicación de arquitectura que incluya la vasta labor de los arquitectos que trabajan en cooperación, en terreno, todo el año, para no alimentar falacias visuales. Porque, como dijo Tolkien en su poesía, “no todo el oro reluce”.

Texto: Ana Asensio / Imagen: Ilustración por Santiago Vicente (Memosesmas), artista y arquitecto / Escrito originalmente para Fundación Arquia / Fecha de primera publicación: 1 de octubre de 2018 / Accede a la publicación original aquí

Ana Asensio Rodríguez

Ana Asensio (Almería,1986). Arquitecta formada entre Granada, Venecia, Londres, Santiago de Chile y Madrid. Especializada en memoria y arquitectura popular (Beca Iniciación a la Investigación, UGR, 2015), y Habitabilidad Básica para Asentamientos Humanos Precarios (Postgrado UPM, 2017), desarrolla su actividad a través de la investigación, el documentalismo, la acción cultural y la práctica arquitectónica, especialmente centrada en los cruces de caminos entre el conocimiento popular, la cultura contemporánea, los derechos humanos y el hábitat rural. Su trayectoria profesional está íntimamente ligada a los contextos africano y latinoamericano.