Reflexiones sobre el derecho a la vivienda en tiempos de pandemia
En la actualidad, la neurociencia ofrece pruebas empíricas de que el carácter y la calidad del entorno tienen un impacto drástico y dimensionable en nuestras vidas. Se ha visto que los entornos no solo cambian nuestro comportamiento, sino que también cambian el cerebro, lo que genera cambios de conducta. Como sostiene el profesor de genética Fred Gage:
«Mientras que el cerebro controla nuestro comportamiento y los genes controlan nuestro plan de diseño y la estructura del cerebro, el entorno puede modular la función de los genes y, en ultima instancia, la estructura de nuestro cerebro. Al proyectar el entorno en el que vivimos, el proyecto arquitectónico modifica nuestro cerebro y nuestro comportamiento.»
Pallasmaa, Juhani (2016) (1).
El apartado 1 del artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (2) defiende el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios. Un artículo que en el mundo de la cooperación y el hábitat se tiene muy presente, pero que en estos días se hace extensivo a todos los ámbitos sociales; debemos defenderlo, aun más si cabe, en tiempos de confinamiento sanitario, sobretodo, en lo que concierne al derecho a la salud y a la vivienda. Dos combinaciones, que han hecho que la casa se haya reconvertido en el espacio de seguridad, de salud personal y colectiva, de responsabilidad con la sociedad, y el espacio único de vida de la totalidad de los quehaceres del ser humano. El trabajo, las relaciones sociales (virtuales), los entretenimientos, el deporte, etc, se han convertido en actores principales del escenario de la vivienda. Con más de cuarenta días bajo el eslogan de #quédateencasa, estamos seguros que muchas personas hemos experimentado el vivir encerrados en nuestras viviendas, viendo sus virtudes y sus carencias: los espacios se han aprovechado al máximo hasta llegar al punto de absorbernos en pisos reducidos de 30 m2, instalando puestos de oficina para las que teletrabajan en lugares no apropiados al uso, adaptando rincones para realizar diferentes actividades para las cuales no han sido ideadas, y generando espacios insospechados para provocar la creatividad y aprendizaje de los más pequeños… un sinfín de actividades que han puesto a prueba los espacios dedicados a cuidar la vida (3).
El Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (UN-Habitat) publicó en 1996, tras la segunda Conferencia Habitat II, celebrada en Estambul, los lineamientos generales para la elaboración del concepto de vivienda adecuada, que se transcriben en siete criterios mínimos: seguridad de la tenencia, disponibilidad de servicios (agua, saneamiento y electricidad), asequibilidad (económica y social), habitabilidad (hacinamiento, tipología aceptable, materialidad, conservación y acondicionamiento lumínico, térmico, acústico y ventilación), accesibilidad (universal), ubicación (acceso a transporte, fuentes laborales, equipamientos urbanos y servicios sociales) y adecuación cultural.
“Una vivienda adecuada significa algo más que tener un techo bajo el que guarecerse. Significa también disponer de un lugar privado, espacio suficiente, accesibilidad física, seguridad adecuada, seguridad de tenencia, estabilidad y durabilidad estructurales, iluminación, calefacción y ventilación suficientes, una infraestructura básica adecuada que incluya servicios de abastecimiento de agua, saneamiento y eliminación de desechos, factores apropiados de calidad del medio ambiente y relacionados con la salud, y un emplazamiento adecuado y con acceso al trabajo y a los servicios básicos, todo ello a un costo razonable.” (4)
En estos días de confinamiento hemos podido comprobar que estos criterios, promulgados hace ya más de veinte años, siguen estando en la lista roja de tareas pendientes, dejando muy lejos la obtención de una vivienda adecuada y digna para todo ser humano. La relatora especial de las Naciones Unidas sobre el acceso a una vivienda digna, Leilani Farha, (5) ponía de manifiesto al inicio de los confinamientos en marzo que más de 1.800 millones de personas en el mundo viven bajo el umbral de la infravivienda o no cuentan con una. Además, Farha denuncia las posibles prácticas perversas que ciertos agentes financieros globales puedan usar la pandemia y la desgracia de muchos para dominar el mercado inmobiliario sin tener en cuenta los principios de derechos humanos, violando aún más el principio de derecho a la vivienda universal. En España, tras la crisis económica, social y política de 2008, muchas de las viviendas realizadas con dinero público, y otras tantas propiedades de promotoras en quiebra, fueron compradas por estos agentes financieros globales que, seguro de ello, no buscan en sus valores de empresa la universalidad del derecho fundamental de vivienda, sino que la vivienda, el espacio de vida de muchas personas, se convierta en un producto del mercado basado en la capitalización de su obtención, sin que sea regulada por unos parámetros básicos de asequibilidad. (6)
Volviendo al llamado de los derechos a la salud y a la vivienda, la Organización Mundial de la Salud (OMS en sus siglas en español) publicó en 2018, previo a cualquier intención de confinamiento, el documento de Directrices de la OMS sobre vivienda y salud (7) en el que promulgaba, en su primer párrafo, que la mejora de las condiciones de habitabilidad puede salvar vidas, prevenir enfermedades, mejorar la calidad de vida, reducir la pobreza, ayudar a mitigar el cambio climático y contribuir al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La vivienda vuelve a estar en el frente de la línea de defensa, como dice la relatora Leilani Farha, y recupera su sentido primario de seguridad, confort, prevención y combatir la desigualdad de oportunidades. Sin ninguna duda, podemos afirmar que la vivienda es la herramienta básica para tener una vida digna con salud. Y haciendo referencia al texto que encabeza este artículo, la vivienda: sus paredes, sus oberturas, su ventilación, su iluminación, su confort, sus servicios, etc, modifican nuestro comportamiento, moldean nuestro cerebro y generan consecuencias, de manera positiva o negativa, en la salud mental acorde a las experiencias que tenemos con el entorno arquitectónico. Pero las instituciones locales, profesionales y organismos internacionales involucrados en la construcción del habitar hemos llegado a este #quédateencasa mundial sin haber resuelto muchas de las injusticias en el ámbito de la vivienda que se han perpetuado en las ultimas décadas. Hablamos de esos cientos de millones de personas que viven sin abastecimiento de agua con la que poder lavarse las manos frecuentemente, de la cantidad de estudiantes que no pueden seguir sus cursos online porque no tienen conexión a la electricidad segura, de la cantidad de familias que fueron y siguen siendo desahuciadas y deben compartir vivienda con otras ampliando el hacinamiento y, sin ir más lejos, a una falta de equipamientos de cercanía que permita abastecerse mínimamente junto con las restricciones de movilidad urbana.
1.3. Imaginamos ciudades y asentamientos humanos que:
a) Cumplen su función social, entre ellas la función social y ecológica de la tierra, con miras a lograr progresivamente la plena realización del derecho a una vivienda adecuada como elemento integrante del derecho a un nivel de vida adecuado, sin discriminación, el acceso universal y asequible al agua potable y al saneamiento, …
108. Apoyaremos la elaboración de políticas de vivienda que promuevan enfoques de viviendas integradas locales abordando los fuertes vínculos entre la educación, el empleo, la vivienda y la salud, de manera que se prevengan la exclusión y la segregación.
La Nueva Agenda Urbana, 2017 (11)
No es posible que sigamos diseñando y construyendo viviendas no adecuadas teniendo las herramientas y los medios para poder hacerlo. No es posible que sigamos permitiendo, como profesionales de la construcción del habitar, que haya personas que deban vivir en espacios no adecuados para ello, en la calle o en infraviviendas. En este sentido, la sociedad misma está en deuda con ella, y nosotros, profesionales del habitar, somos en parte responsables de que se sigan proliferando viviendas no habitables.
En estos días nos vienen a la mente diferentes ejemplos de derecho a la vivienda que se han desarrollado en diferentes partes del mundo. El proyecto del equipo de arquitectura Lacaton&Vassal (8) de rehabilitación del complejo residencial de Burdeos, Francia, ganadores del Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea – Mies van der Rohe en 2019, en el que aumentaron la superficie construida de las 530 viviendas, incorporando a las fachadas unas estructuras autoportantes que extendían los espacios diurnos, aportaban iluminación natural con grandes huecos, mejoraban las condiciones climáticas con una doble piel e integraban nuevos espacios a las viviendas. Las personas que viven en esas viviendas durante el confinamiento deben estar felices, como se ve en el vídeo realizado para la entrega del premio, que las superficies de sus viviendas, en origen de carácter social, hayan duplicado sus espacios de vida.
En Latinoamérica, poniendo ejemplos de proyectos en el ámbito de la vivienda saludable, en cooperación internacional al desarrollo, destacamos el proyecto de Ban Chuinklal (El buen vivir) de Arquitectura Sin Fronteras Galicia, en la mejora de las condiciones de acceso a un hábitat domiciliar saludable de la población más vulnerable del departamento de Retalhuleu en Guatemala, que lleva trabajando desde 2014 en todos los ámbitos y vertientes del habitar a través de los mecanismos de producción social del hábitat y de incidencia política hacia titulares de obligaciones; dos acciones que deben ir en paralelo y que se quedarían incompletas si falta una de las dos. Y sin ir más lejos, en nuestro ámbito local, el proyecto de Asertos, en el que participa Arquitectura Sin Fronteras Levante, en el que se trabaja sobre el derecho a un hogar digno en un entorno adecuado con las familias del Barrio del Cementerio de Alicante. Barrio denostado y abandonado por lo formal, obligado a sumergirse en una informalidad que le impide sobrevivir adecuadamente.
Con estos ejemplos ponemos de manifiesto que la vivienda post-covid no va a ser una nueva invención, ni el maná caído del cielo, sino que es algo que ya tenemos estudiado, planteado y publicado. Hay muchos ejemplos de buenas prácticas en el ámbito de la mejora habitacional que nos muestra que la solución radica, más bien, en una consciencia social de la situación de inequidad de vivienda y de la proposición de pautas en las estrategias para que, entre todas, congreguemos el futuro del diálogo habitacional, de la igualdad del acceso a la vivienda digna y el debate sincero que derive en una terapia de rehabilitación de la vivienda existente para transformarla en una vivienda digna. Desde la Declaración de los DDHH lo tenemos claro: la vivienda digna, adecuada e igualitaria es un derecho fundamental universal, o no será.
- Pallasmaa, Juhani. (2016), parafraseando a Fred Gage, en ‘Habitar en el tiempo’ en Habitar. Barcelona: Gustavo Gili.
- Declaración Universal de los Derechos Humanos
- Las vergüenzas de los pisos españoles quedan al descubierto. Sandra Lopez Letón, El País, 25 abril 2020.
- ONU-Habitat, 1996, párrafo N° 60, del capítulo IV.
- “La vivienda, la primera línea de defensa frente al brote de COVID-19”, afirma un experto de la ONU.
- La venta de 1.860 viviendas sociales a fondos buitre que condenó al Gobierno de Ana Botella
- https://apps.who.int/iris/handle/10665/279743
- https://www.lacatonvassal.com/index.php?idp=80
- http://asfes.org/que-hacemos/proyectos/cooperacion-internacional/guatemala/
- Asertos: impulsión social y territorial a través de la activación del ecosistema urbano y la creación de un hábitat resiliente
- La Nueva Agenda Urbana, 2017. Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible (Hábitat III) celebrada en Quito, Ecuador, el 20 de octubre de 2016.
Texto: David Fontcuberta / Edición: Ana Asensio / Imágenes: Información en el pie de foto / Escrito originalmente para AAAA magazine / Fecha de primera publicación: 6 de mayo de 2020 /