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Literatura, Caligrafía y Arquitectura. Maridajes y adulterios

La palabra relata una cultura. En esa suma de vocablos y conceptos, perfectamente engranados en el lenguaje mediante la estructura de la gramática, subyacen siglos de evoluciones. Pero no sólo se trata de lo que podemos aprender de su evolución, sino de las pequeñas connotaciones que tiene cada palabra y la relación entre ellas: dobles significados, ambigüedades, rasgos, rechazos o aprobaciones, de una manera tan interiorizada que no podemos controlarla. Conceptos que sólo existen en ciertas culturas, mientras que en otras son ausencias. Sentimientos y necesidades de expresión implícitos en el lenguaje, observados a través de un análisis psicológico y sociológico, nos dicen más de ellas que cualquier análisis técnico o histórico del mismo.

La palabra es, sin duda alguna, un arte: un medio de expresión de una sociedad, no solo consciente, sino inconscientemente.  El medio de expresión más sincero que hay, y al tiempo, más manipulador, donde lo que no te representa, muere, y donde las nuevas necesidades, nacen. Lo que no se puede describir no existe, tal es su poder.

Pero las artes no se pueden analizar de forma aislada. Al igual que tras las diferentes maneras de relacionar la palabra se esconden rasgos culturales, el modo en que se relacionan las artes entre sí, es también narrador de una sociedad.

Detalle de la Puerta del Mihrab, Mezquita de Córdoba. Foto de Archivo
Detalle de la Puerta del Mihrab, Mezquita de Córdoba. Foto de Archivo

Centrándonos en concreto en el mundo islámico, donde la palabra tiene un peso especial, encontramos ciertos maridajes artísticos ya indisolubles, binomios efectuados e interiorizados, que dan coherencia a toda la vasta estructura cultural. Literatura – Caligrafía – Arquitectura, jugarán de forma cíclica a lo largo de las diferentes fases históricas y geográficas de la extensa tradición islámica:

Literatura- Arquitectura: los poetas constructores 

La cultura islámica se forma a partir de una base multicultural originaria de la península arábiga, mucho antes de la Hégira (la marcha del profeta Muhammad de la Meca a Medina, en el año 622). Este extenso periodo llamado Yahiliyya o época de la ignorancia (religiosa), culturalmente fija los principios de la civilización arábigo-islámica.

La literatura árabe nace así, mil años a.C, en el medio nómada, ausente de arquitecturas y deseoso de paraísos y vergeles. [A este tema dedicamos un artículo completo en nuestra AAAA Magazine #3: BLANCO].

Ilustración de la leyenda preislámica de
Ilustración de la leyenda preislámica de «Iram, de las columnas» (autor desconocido)

En esta pre-historia-islámica, heredera de viejas ruinas de civilizaciones pasadas, bañada por arenas infinitas, la poesía será creatividad, palabra recitada (aún no escrita) que construirá imágenes de arquitecturas mágicas como espejismos, llenas de vida como oasis. La palabra sin estructura, que levanta arquitecturas que no existen, para sobrevivir a un desierto que no acaba, marcará para siempre el devenir de las ciudades y construcciones palatinas de toda una civilización posterior. [Encontrarás una exhaustiva compilación de textos y análisis en el libro «La arquitectura en la literatura árabe» de María Jesús Rubiera Mata].

Literatura – Caligrafía: la sacralización  de la palabra

La cultura islámica esta inevitablemente unida al Corán. Éste (a diferencia de la Biblia que llego de manera muy dispersa) compone un texto único e inmutable, común para todos los musulmanes, aunque abierto a interpretaciones distintas.

Corán significa «recitación», porque es la palabra de Dios, transcrita directamente. Este paso de oído a escrito, sacraliza la escritura, siendo «el libro» su lugar divino .

«El Señor fue además quien enseño el cálamo, la escritura, la senda correcta, la línea prescrita, con la cual es posible retornar al Creador, alcanzar la Salvación, perdurar en el Paraíso prometido. Sacralizado el Cálamo, su historia toma ahora una nueva deriva trascendental. Creencia fundada y adherida a la palabra donde las haya, el Islam la convertirá desde el inicio en el norte de su sistema de cultura. Objeto cerrado, por un lado, puesto que su letra, su literalidad, es absolutamente inmodificable, y objeto abierto, por otro, en tanto que inagotables serán las imágenes que su letra adquiera en la plástica islámica«. [José Miguel Puerta Vílchez , «La aventura del Cálamo»].

Fragmento del Corán de época abbasí. 9:33:
Fragmento del Corán de época abbasí (autor desconocido). 9:33: «Él es Quien ha mandado a Su Enviado con la Dirección y con la religión verdadera»

En el Islam no existe una prohibición coránica contra las representaciones figurativas, en cambio, no se utilizan imágenes antropomórficas para el culto, rechazando prohibitivamente la idolatría. Para representar a Dios se utiliza, de este modo, la palabra. Esta condena de la idolatría en el propio Corán y en el Hadiz, convirtió a la caligrafía en el arte por excelencia de los lugares de culto. Las artes figurativas tan experimentadas y estudiadas en la cultura «occidental», en la civilización árabe-musulmana vivirían siempre a la sombra de la caligrafía, el arte visual por antonomasia.

Caligrafía – Arquitectura:  la arquitectura  como un libro abierto

El Corán, al pasarse de oído a escrito, se convirtió en objeto de culto artístico y arquitectónico. Los pasajes más importantes de este libro sagrado, sin modificación desde los primeros tiempos, aparecen escritos en todas las construcciones, textos que sirven para cubrir y adornar la arquitectura. Los edificios se convierten así en «arquitectura  de palabras», libros construidos, que despojados de su vestido de escritura quedarían incompletos.

Tan fuerte es esta unión, que el canto de amor se hace también a la inversa: la «palabra hecha arquitectura«. Los caligramas arquitectónicos son un elemento común de este maridaje artístico, donde palabras y textos dibujan formas arquitectónicas. De esta manera, la caligrafía no solo complementa y completa la arquitectura, sino que también la imita, y se ve influenciada por ella.

La Alhambra (Granada), por ejemplo, está cubierta de palabras que crean arquitecturas ficticias y dibujadas. La Alhambra se puede leer, ya que en ella hay desarrollado un programa poético adaptado a cada sala que proporciona significados específicos a cada espacio. Más de 50 poemas y fragmentos poéticos cubren sus paredes, convirtiendo a Granada en el ejemplo que inaugura un subgénero de la poesía áulica, la poesía mural. [Para saber más, puedes consultar el libro «Leer la Alhambra» de Jose Miguel Puerta Vílchez].

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Poemas y caligrama en La Alhambra. Foto Ana Asensio

Tras este recorrido, es difícil separar estas tres manifestaciones culturales en matrimonios castos. Su relación es casi de amantes, intensa y pasional, bebiendo las unas de las otras como si de un ménage à trois se tratara, aunque manteniendo de manera muy fuerte los rasgos duales que las unen. Una relación que se expresa a lo largo ya de varios miles de años… ni maridaje ni adulterio, esto debe de ser el amor.

Texto: Ana Asensio Rodríguez / Fotografía: Información en el pie de foto / Escrito originalmente para AAAA Magazine / Cita: Ana Asensio, “Literatura, Caligrafía y Arquitectura. Maridajes y adulterios” / Fecha 18 feb 2015

Ana Asensio Rodríguez

Ana Asensio (Almería,1986). Arquitecta formada entre Granada, Venecia, Londres, Santiago de Chile y Madrid. Especializada en memoria y arquitectura popular (Beca Iniciación a la Investigación, UGR, 2015), y Habitabilidad Básica para Asentamientos Humanos Precarios (Postgrado UPM, 2017), desarrolla su actividad a través de la investigación, el documentalismo, la acción cultural y la práctica arquitectónica, especialmente centrada en los cruces de caminos entre el conocimiento popular, la cultura contemporánea, los derechos humanos y el hábitat rural. Su trayectoria profesional está íntimamente ligada a los contextos africano y latinoamericano.