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Literatura, Caligrafía y Arquitectura. Maridajes y adulterios

La palabra relata una cultura. En esa suma de vocablos y conceptos, perfectamente engranados en el lenguaje mediante la estructura de la gramática, subyacen siglos de evoluciones. Pero no sólo se trata de lo que podemos aprender de su evolución, sino de las pequeñas connotaciones que tiene cada palabra y la relación entre ellas: dobles significados, ambigüedades, rasgos, rechazos o aprobaciones, de una manera tan interiorizada que no podemos controlarla. Conceptos que sólo existen en ciertas culturas, mientras que en otras son ausencias. Sentimientos y necesidades de expresión implícitos en el lenguaje, observados a través de un análisis psicológico y sociológico, nos dicen más de ellas que cualquier análisis técnico o histórico del mismo.

La palabra es, sin duda alguna, un arte: un medio de expresión de una sociedad, no solo consciente, sino inconscientemente.  El medio de expresión más sincero que hay, y al tiempo, más manipulador, donde lo que no te representa, muere, y donde las nuevas necesidades, nacen. Lo que no se puede describir no existe, tal es su poder.

Pero las artes no se pueden analizar de forma aislada. Al igual que tras las diferentes maneras de relacionar la palabra se esconden rasgos culturales, el modo en que se relacionan las artes entre sí, es también narrador de una sociedad.