¿Qué se esconde tras la ruina?
Memorias venerandas de otros días,
soberbios monumentos,
del pasado esplendor reliquias frías,
donde el arte vertió sus fantasías,
donde el alma expresó sus pensamientos.
Al veros ¡ay! con rapidez que pasma
por la angustiada mente
que sueña con la gloria y se entusiasma
la bella historia de otra edad luciente.
¡Oh Quisqueya! Las ciencias agrupadas
te alzaron en sus hombros
del mundo a las atónitas miradas;
y hoy nos cuenta tus glorias olvidadas
la brisa que solloza en tus escombros.
(…) Que mientras sueño para ti una palma,
y al porvenir caminas,
no más se oprimirá de angustia el alma
cuando contemple en la callada calma
la majestad solemne de tus ruinas.
A través de estos fragmentos del poema Ruinas de Salomé Ureña de Henríquez, escrito en 1876, nos acercamos al significado y simbolismo de esos paramentos alzados de antiguas edificaciones, que constituyen el resto arqueológico más visible y perdurable. Son una casi inagotable fuente de información. Las ruinas.
Los edificios abandonados, destruidos o arruinados son un recuerdo constante del pasado. Podemos observar y ver lo que otra persona observaba y veía hace milenios. Como si estuviésemos ante un eco de la destrucción de la guerra o de mejores épocas.
Las ruinas son las cicatrices de una ciudad y lo que la hace única y diferente a las demás.
Andrea Palladio analizó las ruinas clásicas y estudió a conciencia la obra de Vitrubio, considerada el más importante legado teórico de la arquitectura romana. El fruto de sus investigaciones fue la publicación del libro Le Antichità di Roma, una guía sobre las ruinas de la ciudad eterna.
Las ruinas han maravillado a multitud de pensadores, arquitectos, pintores, escritores… El romanticismo genera una especial nostalgia y atracción hacia el pasado, lo sobrenatural y, por tanto, también las ruinas. Ellas nos invitan a meditar en torno a viejos monumentos que convertirán este paisaje en el pretexto y el fondo de un extraordinario desfile de personajes.
Parece ley de vida que sobre las ruinas de edificios antiguos se levantan y preparan los cimientos de nuevas construcciones. Éstas se insertan entre los muros anteriores: los destruyen, o pueden aprovecharlos.
La ruina nos atestigua las incontables veces que una ciudad ha sido ocupada, destruida y reconstruida a través de los siglos. Las excavaciones arqueológicas de ciudades o edificios en ruinas revelan detalles sobre las técnicas y estilos de construcción, la vida social, política y económica de un determinado lugar.
Así, el estudio de esos paramentos es sin duda una inagotable fuente información, que permite conocer aspectos que de otro modo pasarían inadvertidos.
La arqueología es la encargada del estudio de la ruina. Existe una estrecha relación entre el resto arqueológico visible, que aflora en la superficie y el territorio que lo contiene, contemporáneo al momento de la intervención.
Debemos insertar y relacionar estas dos realidades.
Este lazo se coserá analizando la idoneidad o el potencial del reciclaje de la ruina. No detenernos en la mera consolidación de unas hiladas arruinadas de una edificación desconocida, sino leer en esas “piedras” toda la información escondida. Así pondremos en valor los restos de la antigua edificación al darles un sentido histórico, arqueológico y arquitectónico.
La ruina es un símbolo que tiene un doble signo pues es a la vez recuerdo y olvido. En un tiempo en el que todo parece perecer y ser efímero, la ruina y los restos arqueológicos oponen una resistencia y permiten dejarnos una herencia de la experiencia de lo que ha sido.
Puede quedar muy poco o nada de los pueblos que levantaron lo que hoy es una ruina, pero ésta es visible y hace de puente entre el ayer y el hoy.
Los edificios ocupan un lugar en el espacio. Perduran en el tiempo. Pueden perpetuarse a lo largo de los siglos tal y como eran, o sufrir una serie de transformaciones. Suelen soportar, por tanto, modificaciones en su diseño original por muy distintas circunstancias. Pueden ser dañados y, en consecuencia, deben ser restaurados o parcialmente reconstruidos. Pueden igualmente, cambiar su uso o la función social que los ocupaba y deberán entonces ser adaptados o rehabilitados.
En cualquier caso, desde su planteamiento original hasta la última de sus modificaciones o su destrucción o abandono, el edificio responde siempre a una lógica, comprensible a través de las huellas dejadas en sus distintas fases.
Así, tanto el edificio como la ruina, se consideran un documento histórico, que podemos leer a través de la arqueología.
La arqueología a lo largo de las últimas décadas, se ha ido nutriendo de los avances y de los enfoques de multitud de disciplinas, entre ellas la arquitectura.
Las ruinas y arquitecturas tanto de las sociedades prehistóricas o antiguas civilizaciones, como de la Edad Media o el periodo industrial, se estudian aplicando la metodología arqueológica. Con ello nacerá lo que hoy conocemos como Arqueología de la Arquitectura.
Una ruina no es un resto inútil, sino que nos encontramos ante espacios que son únicos y por tanto creadores de identidad, dado que la configuración que han adquirido es fruto de su devenir histórico. Los espacios y entornos que generan las ruinas pueden contribuir a comprender los cambios en los individuos y las sociedades.
La ruina, como levantamiento arquitectónico, abrigando espacios de identidad.
Roma quanta fuit ipsa ruina docet
La grandeza de Roma nos la demuestran sus propias ruinas
Texto: Miguel Busto / Fotografía: Miguel Busto / Ilustración: Juani Medina / Escrito originalmente para The A.A.A.A Magazine / Cita: Miguel Busto, “¿Qué se esconde tras la ruina?” / Fecha 29 abr 2014