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Mucho más que un lugar donde lavar ropa

Hoy en día el gesto de meter la ropa sucia en el tambor de la lavadora, apretar el botón y esperar que ésta termine su labor mientras hacemos otras cosas es algo cotidiano y anodino. La mayoría tenemos una lavadora en casa o acudimos a establecimientos que cuentan con ellas.

Pero este electrodoméstico es un instrumento bastante reciente. Pese a que se inventó hace más de cien años (1901), tardó en popularizarse, entre otras razones porque la electricidad tardó mucho más tiempo en ser un servicio de uso común. Además, todavía en los ’70, la mayoría de municipios rurales en España no contaban con las instalaciones precisas para dotar a las casas de luz o agua.

Esto no sólo afectaba a la hora de lavar la ropa sino que significaba que el acopio de agua para tareas como la limpieza de la casa, higiene personal, cocinar y abrevar los ganados, era una actividad diaria, repetitiva y muy pesada. ¿Quién realizaba estas tareas? En el caso de las zonas rurales, el transporte del agua desde la fuente al hogar era realizado por mujeres y a veces por niños, frecuentemente niñas, a excepción de la conducción de los animales al abrevadero que era una actividad mixta.

Entre todos estos trabajos domésticos femeninos, el lavado de la ropa era el más odioso y uno de los más severos, ya que necesitaba de agua en abundancia. En muchos lugares significaba ir al río o a la acequia cargadas con un cesto con ropa sucia, la banca y el jabón casero. Como parte del trabajo obligatorio y gratuito de las esposas y amas de casa e independientemente de la época del año, se lavaba la vestimenta de toda la familia (que solía incluir una media de diez miembros) junto con sábanas, mantas, colchas y toallas que había que mojar (la ropa empapada de agua pesa cuatro veces más que la ropa seca), enjabonar, escurrir y tender en una actividad cíclica que nunca se acaba. Empapadas de agua helada a la intemperie, estas mujeres solían sufrir enfermedades bronco-respiratorias y dérmicas ya que las manos con el frío y la humedad se abren, sangran y aparecen sabañones.

Con el paso del tiempo, muchos ayuntamientos construirían lavaderos cubiertos. Por un lado, supuso un avance ya que estarían más cerca del poblado y menos expuestos a las condiciones meteorológicas. Pero por otro, el estar alejadas del pueblo significaba estar en lugares fuera del alcance de los poderes públicos y eclesiásticos, en los que se podía charlar más abiertamente, había cortejos y un ambiente un poco más relajado.

Cine / Arquitectura claustrofóbica

“Los muros de piedra no hacen una prisión, ni los barrotes de hierro una jaula; para los espíritus inocentes y serenos eso no es sino un lugar solitario.” (Richard Lovelace)

En las películas como en la vida real, los espacios donde se realizan distintas tareas adquieren diferentes niveles de trascendencia, definen naturalmente el tipo de actividades y en algunos casos las condicionan y/o limitan. La arquitectura y el paisaje en el cine pueden simplemente contextualizar la escena u obtener un papel protagónico e influir sensiblemente en el estado físico y sobretodo mental de los protagonistas. Estas locaciones seleccionadas por los artistas provocan diferentes sensaciones como ser: agobio, angustia y locura; una suerte de arquitectura “claustrofóbica” que adquiere distintas connotaciones.