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«Matadero» es magia

Sin proponérmelo, acabo volviendo al Matadero de Madrid cada poco tiempo. Es un espacio tan tranquilo y agradable que parece imposible que durante la mayor parte del siglo XX fuera un lugar donde mataban animales.

Aunque actualmente esté (lo que podríamos considerar) cerca del centro, cuando se empezó a construir el matadero de Luis Bellido a principios del siglo XX, estaba alejado de la capital. Con el tiempo fue siendo absorbido por la ciudad y ampliado con la Casa del Reloj y el Mercado Central de Frutas y Hortalizas. Cuando las instalaciones empezaron a quedarse obsoletas, en la segunda mitad del siglo XX, mutaron los usos de ciertas zonas: se transformó la Casa del Reloj en sede administrativa y una de las naves en espacio para actividades socioculturales; además, algunos establos pasaron a ser sede del Ballet Nacional de España y de la Compañía Nacional de Danza. Curiosamente, las actividades de ballet y de danza han seguido funcionando hasta hoy, aunque en 1996 se cerrara definitivamente el espacio dedicado a matadero. Por fin, el conjunto de edificios se calificó como bien catalogado en el último Plan General de Ordenación Urbana de Madrid.

Un grupo de edificios tan palpitante no podía quedar cerrado o como un simple objeto que admirar. El Matadero volvió así a abrir al público en 2007 con el primer espacio del conjunto destinado a actividades culturales. Desde entonces, afortunadamente, se han ido reconvirtiendo espacios y naves paulatinamente, y aunque todavía quedan algunas zonas sin uso, ya está asentado como centro cultural alternativo.

El conjunto actúa como remate para Madrid Río por un lado y para el barrio de Legazpi por otro. Desde el parque, algo en sus ladrillos te llama a desviarte del camino: sigues tu instinto y vas encontrando edificios que te guían hacia la plaza central del Matadero.