Top

Arquitecturas en papel / Londres, Oceanía

««Esto es Londres», pensó con una sensación vaga de disgusto; Londres, principal ciudad de la Franja aérea 1, que era a su vez la tercera de las provincias más pobladas de Oceanía. Trató de exprimirse de la memoria algún recuerdo infantil que le dijera si Londres había sido siempre así. ¿Hubo siempre estas vistas de decrépitas casas decimonónicas, con los costados revestidos de madera, las ventanas tapadas con cartón, los techos remendados con planchas de cinc acanalado y trozos sueltos de tapias de antiguos jardines? ¿Y los lugares bombardeados, cuyos restos de yeso y cemento revoloteaban pulverizados en el aire, y el césped amontonado, y los lugares donde las bombas habían abierto claros de mayor extensión y habían surgido en ellos sórdidas colonias de chozas de madera que parecían gallineros? Pero era inútil, no podía recordar: nada le quedaba de su infancia excepto una serie de cuadros brillantemente iluminados y sin fondo, que en su mayoría le resultaban ininteligibles».

Cinco días en Bosnia

Para ambientar el artículo, pulsa play y deja que la música acompañe al texto. Descubrí a este artista gracias a un bosnio que conocí en Sarajevo y, por conexión, me retrotrae allí.

Bosnia huele a guerra. Aunque no quiera, porque no quiere. Pero huele a guerra. Y no quiere olvidar, ni debe, pero aún hoy huele demasiado a guerra. Ni tan siquiera un pequeño atisbo de acento latino – que nunca sabrás de donde ha salido – puede llegar a endulzar un paisaje tan bello como frío.

Bosnia es ese país donde la niebla invade las montañas. Donde la niebla te cala dentro. Una niebla que no es agua, sino fuego. Una niebla que salió del cañón de millones de armas humeantes y que, vagando por todo el país, hoy se hace pasar por niebla. Una niebla que te empapa de frío, miedo, tensión… de todas las sensaciones que provoca esconderse. Bosnia es un país donde los agujeros de bala no se olvidan, ni se tapan, pero duelen. Y no duelen tanto los que se ven como los que no se ven, porque sabes dónde han ido a parar esas balas que no llegaron a horadar ese muro, esa fachada, esa ventana o ese coche.