Gentrificación / Colonización de clase
Seguro que en tu ciudad existe un barrio tradicionalmente obrero, con edificios antiguos de dos o tres pisos y fachada sucia, en el que seguramente queden restos de tiempos pasados, como tiendas de ultramarinos o bares donde los pinchos aún están en bandejas sobre la barra sin ninguna protección. Suele estar cerca del centro, y, de un día para otro, esa zona se pone de moda.
Lo que hace unos años era un punto negro en la trama urbana de la ciudad, se ha reconvertido en un foco creativo que atrae a locales y turistas por igual. Es lo que conocemos como gentrificación.
Ha pasado ya más de medio siglo desde que este término fuera introducido por primera vez por la geógrafa y urbanista Ruth Glass en la década de los años ’60. Aplicado en sus inicios a la compra de vivienda por la clase media-alta en barrios tradicionalmente desfavorecidos del East End de Londres, se ha afianzado como un concepto comúnmente aceptado dentro del vocabulario popular.
Pero, ¿qué significa realmente gentrificación?
La palabra proviene etimológicamente del término gentry, que en inglés (sobre todo en Reino Unido) se utiliza para referirse a la alta burguesía, especialmente a la buena sociedad en un sentido a veces peyorativo. Gentry tiene su raíz cerca del año 1300, del francés antiguo genterise, variante de gentilise, de donde curiosamente también proviene gentil. Sus primeros significados hacían referencia a un «rango de nobleza por nacimiento». En este contexto, la acuñación del término tiene un sentido crítico con los procesos que intenta describir ya desde sus inicios.
Llegados a este punto, cabría preguntarse si la castellanización del término es la mejor forma de describir estos procesos, puesto que todas las connotaciones de clase que posee históricamente pueden no ser identificadas en nuestro idioma. Son muchos los términos que se han barajado para nombrar este fenómeno en castellano, desde “elitización”, “aburguesamiento” o “aristocratización”, pero quizás debido a los pocos estudios existentes en el mundo hispano en comparación con el anglosajón, ninguna de estas palabras ha conseguido llenar el nicho de significado que la traducción literal tiene.
Las primeras definiciones de gentrificación tienden a centrarse en el mercado inmobiliario residencial y en la rehabilitación del parque de viviendas existente, como la presentada por Ruth Glass en 1964, momento en el que acuña el término:
«Uno a uno, muchos de los barrios de clase obrera han sido invadidos por la clase media […] Una vez este proceso de ‘gentrificación’ empieza en un barrio, se impone rápidamente hasta que todos o casi todos los habitantes de clase obrera son desplazados y todo el carácter social del barrio cambia».
Un proceso que en sus inicios empieza a estudiarse generado por el mercado inmobiliario pero con fuertes connotaciones políticas de corte neoliberal (Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos de América), va evolucionando según pasa el tiempo: llega un momento en el que la gentrificación comienza a valorarse como la apropiación de un espacio urbano, que generalmente tiene una plusvalía de centralidad por parte de una clase socioeconómica en detrimento de otra. Esta última puede ser entendida como la clase expulsada, a veces simplemente debido a distintas causas como las fluctuaciones del precio del suelo debido a la creciente demanda.
La vivienda como derecho en este momento pasa a ser un problema de clase. En palabras de Neil Smith, la gentrificación deja de ser una preocupación relativamente marginal en un cierto nicho de la industria inmobiliaria, para convertirse en la vanguardia de la transformación urbana. (La nueva frontera urbana: ciudad revanchista y gentrificación, 2012).
Estos procesos también acarrean la transformación del paisaje urbano existente: se revalorizan ciertas tipologías de vivienda en detrimento de otras, se genera un nuevo tipo de ocio o de comercio, o incluso se derriban ciertas edificaciones y se sustituyen por otras nuevas. Como común denominador, este fenómeno se desarrolla atendiendo siempre a las necesidades de la nueva clase social que habita la zona, y no a cuestiones de tipo urbanístico. La aparición de las políticas de revitalización y reconversión del espacio urbano cierran el círculo de la reconversión económica.
Todas estas transformaciones dan como resultado un cambio a nivel demográfico que conduce a la segregación por causas económicas, representadas en el incremento del valor del suelo. También existe una segregación de tipo social, vinculada al concepto de clase, mediante la cual individuos de la misma clase y posición social tienden a crear un hábitat en el lugar en el que se instalan, propiciando que las personas excluidas de ese grupo no sientan ni vivan de la misma manera la ciudad y terminen por marcharse a otras zonas en las que la población y la oferta de ocio y comercio les atraiga más.
En los últimos años, se trata de un fenómeno que desde las políticas públicas suele ser apreciado, cuando no instigado, con intención de evitar la problemática que supone la degradación de ciertas áreas de la ciudad. De esta manera, la gentrificación se entiende como la implementación de determinadas políticas locales que agravan la exclusión social.
David Ley describe al sujeto gentrificador como un hogar de clase media, habitualmente sin hijos y a menudo formado por adultos jóvenes empleados en puestos de vanguardia, que reciben salarios elevados a pesar de su edad.
Estos nuevos puestos de vanguardia mencionados por Ley constituyen un elemento clave para la gentrificación, debido a la transformación de la mano de obra que se caracteriza ahora por un cambio hacia la especialización. Se puede afirmar que el perfil laboral en los centros de negocios de las ciudades modernas es altamente cambiante, catalizado por la rápida evolución de las nuevas tecnologías en las últimas décadas.
Estas oleadas tecnológicas han dado paso a la aparición de nuevas clases productivas, como los yuppies en los años ‘80 y ’90, o de los BoBo a principios del siglo XXI.
BoBo, o burgués bohemio, es una clasificación sociológica informal que describe a los miembros de un grupo social ascendente en la era de las nuevas tecnologías, caracterizado por su carácter capitalista, ya sea como empresarios o como empleados de grandes compañías, y por los valores de “bohemios” o “hippies”.
Peter Hall en su libro Ciudades del Mañana (1996) hace una reflexión sobre esta nueva clase social. Amparándose en cómo el auge de las nuevas tecnologías ha forzado el asentamiento de las sedes de las empresas en los centros de las grandes ciudades, achaca este comportamiento a la necesidad de la interacción creativa. Este campo quedaría cubierto al establecer sus centrales en las zonas cool, entrando en contacto con el mundo del diseño.
La palabra cool, que en su origen significaba frío o fresco, debe su nuevo valor al saxofonista de jazz Lester Young, que en la década de 1940 le dio un giro a la palabra. Ya en 1708 apareció escrita en Inglaterra con el significado de calma, pero Young fue el primero en decir «I am cool». Con ello quería decir que se encontraba relajado en un determinado ambiente, con la situación bajo control. En este contexto, una zona cool significaría aquella que está de moda o resulta atractiva.
Es en este momento cuando el problema de clase aparece, debido a que la población que trabaja en estos nuevos ámbitos ha de ser cualificada en las nuevas tecnologías. A la larga, la falta de formación o de acceso a ella se manifiesta en la brecha cada vez más acusada entre dos subgrupos de clase media; aquellos que poseen estos conocimientos y pueden acceder al nuevo mercado laboral, y los que no.
Es entonces cuando se dan las condiciones idóneas para que se dé la consecuencia más problemática que caracteriza a la gentrificación: la expulsión de la población residente.
Texto: Lucía García / Imágenes: información en el pie de foto / Escrito para AAAA magazine / Fecha: 14 mar 2016