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¿De dónde venimos? ¡De Manchester!

Siempre buscabas algo hermoso a
nivel subconsciente porque era todo
muy feo, no vi un árbol hasta los
nueve años”

Bernard Summer, teclista de Joy División.

© Visual Resources Centre, Manchester Metropolitan University, School of Art12

Durante los años setenta los habitantes de Manchester vieron como el paisaje que los rodeaba cambiaba vertiginosamente. Mientras de niños jugaban en calles surcadas por casas que se unían de lado a lado, al entrar en la adolescencia éstas fueron reemplazadas por escombros y construcciones de nuevos edificios, los patios de juego eran ahora cobertizos con adoquines.

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La vida post-industrial comenzaba poco a poco a hacerse presente. Para ese entonces, el centro histórico de la modernidad se había transformado en un lugar sucio, viejo y maloliente. Un considerable aumento en el número de pobladores y la desigual repartición del progreso económico y tecnológico, trajeron como consecuencia que los grandes muros de ladrillo que fueron levantados para albergar a las nuevas fuerzas productivas que a fines del siglo XIX habían llegado (principalmente de la mano de la máquina a vapor y los procesos textiles del algodón), dieran paso a lo que muchos ingleses llaman “el cáncer del concreto”.

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Grandes edificios que ocupaban el ancho y largo de la ciudad, con la finalidad de cubrir las necesidades habitacionales de la población. De este modo, las condiciones de la producción y la arquitectura industrial terminaron arrojando a las calles grandes moles de cemento, que atrapaban a sus habitantes en el entorno histórico y social de un inexorable plan de vida: El del trabajo en las fábricas.

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Fue así como el paisaje hizo eco en la creación musical de la década, tal vez una de las más fructíferas de la historia en cuanto expresión estética se refiere. En medio del gris cemento que azotaba la vista de los habitantes, se hacía preciso huir desde la construcción exterior a la interior.

Buscar a qué lugar se puede viajar a través de los edificios, desde ahí a la música y desde la música a nosotros mismos, a las experiencias y vivencias que esos oscuros lugares tejieron, dando lugar a un lenguaje que fuese capaz de traducir de manera simple esos sentimientos complejos.

Las portadas de discos se cubrieron entonces de estructuras arquitectónicas, las viejas fábricas ya abandonadas servían como lugares de ensayo y clubes que daban espacio a las bandas emergentes, el sonido de los ascensores pasó a ser usado como acorde en canciones. De pronto la ciudad en que la belleza parecía ausente, en que el consumismo obligaba a buscar un sentimiento subterráneo, podía ser pensada y sentida desde el sonido.

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Mientras por una parte la vida en aquel centro urbano parecía ofrecer nada, y el reclamo constante de aquella generación era “Quiero que hagan algo por mí”, por otra, la respuesta venía desde el dibujo citadino que originaba dicha huída: El punk-rock hace algo por ti, como una banda sonora urbana en la que siempre podemos cantar que mientras las luces brillan, los coches chocan y esto se hace frecuente, hemos perdido el sentimiento, de algún modo lo hemos dejado ir¹.

¹“Lights are flashing, cars are crashing, getting frequent now, I’ve got the spirit lose the feeling, let it out somehow.” Letra de Dissorder, canción perteneciente al disco Unknow Pleasures, publicado en 1979 por la banda británica Joy División.

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Texto: Nathaly Mancilla / Fotografía: © Visual Resources Centre, Manchester Metropolitan University, School of Art3 / Escrito originalmente para The AAAA Magazine / Fecha: 24 jul 2014 / Cita: Mancilla, Nathali: «¿De dónde venimos? ¡De Manchester!

Nathaly Mancilla