Ciudades brillantes
Hoy necesitaba escribir. Para mí, sólo para mí. Hacía tiempo que no lo necesitaba y me odiaba por ello. Tenía la soledad pero sentía el vacío. Tenía los libros pero llenaba mis horas observando impasible la vida de los otros. Tenía la juventud y la mente libre de volar, pero me encerraba tras barrotes invisibles.
Hoy he leído sin prisa, sin motivo, y el olor a papel me ha envuelto entre las viejas paredes de la biblioteca. He saboreado el café y he cerrado los ojos para ver su aroma acariciándome la mejilla, y en esa oscuridad han aparecido ciudades brillantes, ligeras, ascendiendo hacia nubes más blancas aún, rizadas por un viento que juega, que miente. Ciudades que no me cantan al oído que las busque, porque en su metal resplandece el brillo de una quimera. Entonces la puerta se ha abierto, los ojos han parpadeado y he mirado sin mirar tras barrotes.
Ayer el viento me contó que tras las montañas sigue el mar, aunque desde mi atalaya no lo vea. El mismo viento que enfriaba mi té, bajo el gran arco terroso, bajo el tenue sol de un invierno que enseña enaguas de primavera azules, verdes, de todos los colores y de ninguno a la vez.
Despierto del letargo, de soñar con vidas que no son mías, que puede que existan, muy lejos de aquí. Despierto y quiero ser ligera como esas ciudades, transparente como un río, permeable como el lino, blanca como el algodón. Para no sentir el peso de vidas ajenas, para ver las rocas redondeadas dentro de mí, para empaparme del vapor que me rodea, para ensuciarme de ti. De ti ciudad que me abrigas, de ti ciudad que me escondes. Ciudad que me quieres libre, que sólo me encierras entre paredes de papel carmesí.
Texto: Ana Asensio Rodríguez / Ilustración: Colleen Corradi Brannigan / Escrito originalmente para AAAA magazine / Cita: Asensio, Ana. “Ciudades brillantes” / Fecha 27 feb 2014