La relación entre la literatura y la arquitectura siempre ha estado cargada de imaginación y casi misticismo. Desde que nuestro mundo existe, se ha utilizado la narrativa para describir espacios, edificaciones y ciudades, reales o imaginarias, tangibles u oníricas, arquitecturas de papel que toman forma palabra tras palabra. Recíprocamente, la arquitectura responde con la creación de los grandes espacios contenedores de saber y serenidad: Las bibliotecas.
Esta dualidad se funde en la obra de José Ignacio Díaz de Rábago, instalación que recrea con ingrávidas estructuras formadas por libros el cuento La biblioteca de Babel, de Jorge Luis Borges. Este cuento especula sobre un universo formado por una biblioteca eterna, preexistente al hombre y que contiene todos los libros de dicho universo ordenados arbitrariamente, desarrollando como tema fundamental del relato el nivel de desorden y de confusión que acecha todo intento de imponer normas a la creatividad humana.