Camina derechito, al Valle del Elqui
De nuevo una cabaña de madera, pero en otro lugar. Ahora no es el mar el que llena de humedad el aire. Atrás quedó Pichilemu y sus grises arenas. Es el río. Un río que casi no bebe lo suficiente para alimentar el pantano, quejumbroso tras casi diez años de sequía.
El Valle del Elqui ve como el Puclaro cada vez enseña más sus íntimos fondos de lodos y tierras de colores, dejando sin alimento a los verdes campos de damascos, paltas y duraznos. Las viñas siguen expandiéndose como una gota de rojiza acuarela en una servilleta de papel, conquistando la tierra seca, hoy húmeda tras la lluvia de hace dos noches, la primera en el valle desde hace demasiado tiempo.