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Al otro lado del charco / Oración a mi tierra

Nací y crecí en un país pequeñito. De tierras fértiles y negras, donde los árboles frutales echan raíz. Agradecidos van juntando sus ramas, van soltando su gran abrazo, cubriendo de sombras carreteras, pueblitos y veredas.

Crecí viendo la cordillera, al horizonte un mar de cielitos opacos por la distancia. Tierra donde los niños corren calzados y descalzos sobre calles de piedra, calles que en verano se calientan y en invierno se mezclan con lodo trazando al azar riachuelos. Vengo del reino del café, que sólo conoce de dos estaciones: la de la lluvia intensa e imprevista, y la del sol ardiente. De ese sol que golpea la piel a cualquier hora del día. Conozco bien el olor a la tierra mojada, a café tostado, el olor tropical de la esperanza. Rincón del mundo, donde por las noches de invierno se duerme con la tonada de la lluvia cayendo sobre tejados destartalados, y en verano se escucha claro el coro de los grillos noctilucos, para despertar por la mañana entre cantos silvestres de pájaros.