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¿Qué pensará la gente que sale en los renders?

Desde hace unos cuantos años es prácticamente obligatorio en algunos círculos presentar, junto a plantas y alzados, diferentes infografías que expliquen un proyecto. Es curioso como estas imágenes, poco a poco, han ido ganando terreno y en muchos casos se han vuelto incluso más importante que los mismos planos. Seguramente esto se debe a que las infografías lo aguantan todo: luces imposibles, voladizos descomunales, efectos gravitatorios dignos de la Sci-Fi y perspectivas que ni el mismísimo M.C. Escher se hubiese atrevido a soñar.

Royal Adelaide Hospital - Fuente:

Royal Adelaide Hospital – Autor: Yeison Salazar Montoya

Sobre esta «pornoarquitectura» ya habló hace unos meses Manu Barba en su artículo Hipocresía Visual, donde exponía como las herramientas digitales (porque al fin y al cabo eso es lo que son) se han pervertido para engañar al ojo con imágenes efectistas de escaso valor arquitectónico. Así que, siguiendo esa línea, hoy me gustaría poner el acento en el uso de las imágenes de personas y vegetación en la infoarquitectura.

Cuando uno empieza sus primeros trabajos en este campo se encuentra con una carencia importante  de recursos, por lo que una de las constantes que se suelen repetir es la búsqueda de imágenes de gente con fondo blanco y árboles ya recortados para darle «gracia» a nuestro render. Siempre me he preguntado qué pensaría esa gente si supiese que un estudiante o un estudio de arquitectura lo ha puesto en un panel de su proyecto, así porque sí, para hacer bulto. ¿Os imagináis ir un día a una exposición y veros en un panel? ¿o publicado en una revista? Ya se lo que muchos me vais a decir, que para eso están los bancos de imágenes o los paquetes que se pueden comprar con archivos, y que valen un pastón dicho sea de paso, pero a menudo la necesidad aprieta y no es raro pillar una imagen de google y recortarla para salir del atolladero.

Yo sinceramente no se que pensaría, puede que incluso me sintiese halagado de alguna manera o pensara que ojalá hubiese estado realmente en esos sitios oníricos que a menudo vemos publicados; esos edificios envueltos en brumas y rodeados de prados en medio de la ciudad (pasa más de lo que pensáis) o en esos halls que harían enrojecer a cualquier nave espacial.


Universidad de Windsor – Foto: Tony Hafkenscheid

El caso es que cualquier infografía que se precie está repleta de personas, algunas hasta el punto del absurdo, y sin embargo cuando el edificio se construye y llega el fotografo… ¿qué pasa? ¿dónde ha ido todo el mundo? Resulta curioso como durante la concepción del edificio se piensa tanto en el usuario, se vende al cliente la imagen éxito de afluencia sin mediar palabra y sin embargo el día de la foto con suerte se verán nos fantasmillas difuminados por ahí de fondo.

Esto me lleva a pensar en el destinatario final de las infografías y en el de las fotos. Mientras que en las primeras se busca imbuir de sensaciones cada imagen del edificio, en las segundas queremos ver la obra al desnudo, en un estado que no es el suyo natural (la arquitectura se hace para usarse, o al menos se hacía…) y sin nadie que nos distraiga de lo verdaderamente importante.

Entonces… ¿A quién van dirigidas entonces estas imágenes? Pues parece que al final no van en ningún caso a los usuarios, quienes son protagonistas aunque sea por omisión en las fotografías, y quienes deberían ser el centro de todos nuestros esfuerzos como arquitectos. Seguramente esto venga muy estrechamente relacionado con ese afán de ser publicado tan de moda estos días y esas doctrinas impuestas por determinados medios del sector… Pero esa es una historia para otro día. Mientras podéis ir pensando, ¿qué preferís ser, recortados o difuminados?

Texto: Enrique Parra / Fotografía: Pie de Foto / Escrito originalmente para The AAAA Magazine / Cita: Enrique Parra, “¿Qué pensará la gente que sale en los renders?” / Fecha 10 jul 2014 /

Pedacicos arquitectonicos