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Publicaciones culturales & egoísmo intelectual

[Este artículo surge tras el debate suscitado en torno al artículo «Comunicación en la era digital», escrito para la Fundación Caja de Arquitectos, que podéis leer aquí]

Se abre la veda.

Una gran puerta se abre. Los autores se diversifican, las publicaciones se multiplican, lo estipulado desaparece. Con internet, ya un viejo amigo, se abre enormemente el campo de la publicación. Hemos tardado mucho tiempo en aprovechar en profundidad el potencial de internet en el mundo editorial, pero en la última década se ha disparado sin freno.

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«Animal intelectual» courtesy of www.vopus.org

Este panorama, positivo para unos, negativo para otros, merece una reflexión. Lo digital, totalmente asumido como base establecida de la comunicación, paradójicamente nunca deja de evolucionar. Cada década que ha pasado ha podido definirse por una interrelación diferente en el espacio virtual, dominada por unos medios, que cada década, mueren (¿recordáis Terra?). Los jóvenes de los que se suele hablar, esa generación de los años 80 y 90, no somos ya tan jóvenes, y nacimos con las manos en internet. La comunicación, y su evolución, es nuestra.

Esta diversificación, multiplicación y ruptura, genera un horizonte positivo e interesante, quizás contaminado, como todo buen caldo de cultivo.  Son muchos los talentos y oportunidades que el funcionamiento del espacio virtual permite. El panorama del que hablamos es, además, global: el espacio virtual es obligatoriamente internacional. Si algo nos da internet es la libertad geográfica. Las fronteras geográficas desaparecen.

Como comentábamos en el artículo «Comunicación en la era digital», el mundo editorial (global) previo a internet, estaba dominado por la Tendencia (entendiendo por tendencia la definición de la RAE: 3. f. Idea religiosa, económica, política, artística, etc., que se orienta en determinada dirección.). En esta definición no se hace alusión alguna a la calidad de la idea, simplemente a la homogeneidad en la orientación.

En un porcentaje bastante importante, la mayoría de las preexistentes publicaciones impresas de crítica y pensamiento son publicaciones independientes. Siempre han existido, y siempre existirán. Pueden ser muchas y de gran calidad, pero no son ellas las que dominan el panorama editorial, menos aún internacional (saliendo de las fronteras de nuestros pequeños países). Como se suele criticar, «son más las revistas de calidad que las guiadas por la tendencia, solo que muchas de ellas pueden resultar desconocidas».

Y es ahí donde está el quid de la cuestión: Internet permite que esas antes muchas y de gran calidad desconocidas puedan extrapolarse y hacer sumatoria, para significar una verdadera fuerza editorial. Una fuerza editorial de alcance internacional, una fuerza, independiente y de calidad, que pueda dominar el panorama.

Respecto a esta apertura positiva que constantemente trato de transmitir, incentivando a escribir, fotografiar, dibujar y publicar a estudiantes universitarios, jóvenes profesionales y demás miembros de esa ‘generación de la comunicación’, recibo constantemente la misma crítica: esa visión de Internet como espacio de libertad está muy idealizada’.

Pero no se trata de idealizar. Se trata, de democratizar. Por supuesto, la democracia funciona así: no todo el mundo tiene la (misma) capacidad intelectual para producir (o decidir), pero eso no significa negar la oportunidad. El voto de un intelectual cuenta lo mismo que el de alguien sin ningún criterio social o político. Y nadie duda su derecho al voto.

No es idealización. Es apertura. La apertura se hace a lo bueno y a lo no tan bueno, pero en nuestra capacidad va el ser autocríticos y decidir, escoger, apoyar y potenciar. Repito:  decidir, escoger, apoyar y potenciar, que no es lo mismo que sentenciar . Demasiado tiempo la crítica ha sentenciado contemporáneamente, y se ha visto su error después.

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Hablando sobre democratización y oportunidades, y cómo todos somos autoproductores, me parece obligatorio hablar de crowdfunding. No puede haber una democratización de las oportunidades dejando de lado la economía. Crowdfunding (micromecenazgo o finaniciación en masa) es una de la piezas claves que falta en el rompecabezas. Me es imposible pensar en ningún proyecto independiente que no de sus primeros pasos buscando financiación en masa. Esto es, además, una prueba de viabilidad, y en gran medida, también de calidad.

Trato de imaginarme el trabajo de editoriales independientes de entidades e instituciones (iniciativas privadas o colectivas, pero libres y con su propio criterio), sin difusión en las redes sociales, sin la colaboración, la co-creación y la producción colaborativa que da la red (internacional, no local ni nacional), sin financiación por manos desconocidas que confían en tu trabajo, sin experimentar sin miedo a un «suicidio empresarial». Trato de imaginarme ese panorama, y estaría tachando del mapa a la mayor parte de los grupos culturales.

Tendemos demasiado fácilmente al egoísmo intelectual. Algo así como «las oportunidades están muy bien, pero solo para las propuestas de alta calidad» y nos incluimos rápidamente entre ellas. Quizás si en ocasiones todos hiciéramos un ejercicio de relajar la crítica, seríamos más inclusivos a nuevas propuestas.

Soy consciente de que este panorama abierto también desarrolla, rápidamente como un cáncer, los contenidos sin fondo, la difusión sin implicación, sin (ya no crítica, sino…) criterio, vacía y, desgraciadamente masiva.  Soy perfectamente consciente de ello, aunque, como advertía Deleuze, la enfermedad pueda ser una virtud’:

Estas grandes webs que no «filtran» tanto sus contenidos, y donde la ausencia de crítica es su mayor «crítica», abren generosamente sus puertas a la difusión de contenidos sin tapujos. Estas webs obligan a tener de por sí una calidad personal, y una mirada crítica, para navegar por ellas, y encontrar entre ellas lo que nos interesa. Nos hacemos buenos arquitectos desde las ETSAs, no olvidemos eso. No culpemos de todo a la información que circula. Esa información es herramienta, no cuerpo.

Así, dejemos por favor el egoísmo intelectual, esa necesidad de cerrar la puerta metiéndonos antes en la habitación. Caminemos de mano de la autocrítica, y seamos productores, además de consumidores. Creo que en ningún momento, esa actitud destruye la tan ansiada calidad.

Texto: Ana Asensio Rodríguez / Publicado a raíz del debate en el artículo La arquitectura de las palabras y las imágenes: Comunicación en la era digital / Fecha 26 Sept de 2014

Ana Asensio Rodríguez

Ana Asensio (Almería,1986). Arquitecta formada entre Granada, Venecia, Londres, Santiago de Chile y Madrid. Especializada en memoria y arquitectura popular (Beca Iniciación a la Investigación, UGR, 2015), y Habitabilidad Básica para Asentamientos Humanos Precarios (Postgrado UPM, 2017), desarrolla su actividad a través de la investigación, el documentalismo, la acción cultural y la práctica arquitectónica, especialmente centrada en los cruces de caminos entre el conocimiento popular, la cultura contemporánea, los derechos humanos y el hábitat rural. Su trayectoria profesional está íntimamente ligada a los contextos africano y latinoamericano.