La calle: el sentido de su historia [Parte 2]
Hace unas semanas inauguramos «ideas seleccionadas» con un fragmento de La calle: el sentido de su historia, un pequeño texto de Joseph Rykwert escrito a finales de los 70. Pudimos ver cómo Rykwert propone un planteamiento crítico sobre qué es la calle, en qué consiste su esencia, su «core«. Para ello realiza un estudio semántico de las dos palabras utilizadas en inglés para referirse a la calle, street, cuya raíz hace referencia a la dimensión construida de la calle, y road, referida al movimiento y al transporte.
En los ensayos de Rykwert es bastante común encontrar este tipo de reflexiones, centradas en el significado profundo de las palabras, de los dioses clásicos o de las cosmogonías. Lo preparan a uno para el siguiente movimiento que suele hacer este autor: Un bombardeo de ejemplos arqueológicos y antropológicos que apoyan las raíces semánticas ya estudiadas. En el caso de la calle, los ejemplos van referidos a una idea aún más sintética, el sendero, la vereda, un camino que es difuso, incluso invisible si no lo conocemos de antemano. De este modo se busca el origen del acuerdo social que da lugar a la calle, el «origen del origen».
Senda [path] es la palabra que implica el curso más básico que puede seguir un movimiento. Para los no iniciados, ya sean miembros de una tribu extraña o niños excluidos de un juego, una senda puede resultar incluso invisible, puede parecer una parte indiferenciada de un paisaje sin variaciones; pero para quienes la conocen, la senda será evidente. Puede estar marcada por pequeños montículos de guijarros, por ramas rotas o signos tallados en los árboles, indicios que señalan el paso. Al nivel tecnológico más primario, las señales pueden indicar el paso de una charca a otra.
A una escala más amplia, monumental, las iglesias de peregrinación de la ruta a Compostela o las agujas de las principales catedrales de Europa forman un sistema de sendas análogo en un campo cuyos caminos habrían de otro modo resultado indiferenciados.
[…] En Australia central existe una costumbre aún más explícita, la construcción del suelo del Apulla: los bancos paralelos y alineados están limitados a ambos extremos por arbustos que protegen contra el viento. Fueron hechos para las ceremonias de circuncisión, el clímax de la iniciación Arunta.
[…] En algunas sociedades -en amplias regiones de Polinesia, por ejemplo, y quizás en la Grecia arcaica de los poemas épicos- el tema propio de la iniciación es un camino en sí mismo, una forma de escapar a los peligros del alma en su ruta hacia los mundos subterráneos. Tales costumbres sugieren que el paso humano siempre fue entendido metafóricamente como parte de la ruta hacia el “gran quizás”, a un nivel en que la noción de calle o camino estaba totalmente separada de la forma construida como su continente.
[…] Conceptualmente, es muy posible que el camino o senda exista antes que los asentamientos humanos permanentes. Esto se aplica incluso a las rutas comerciales, en cuanto gran canal de intercambio. La transmisión de algunos bienes de localización muy definida -por ejemplo, ámbar, obsidiana o conchas de ciprea- sugiere la existencia de rutas que se extendían miles de millas, en el Viejo y en el Nuevo Mundo, durante siglos, antes de que apareciera cualquier forma permanente de construcción entre ellas. La evolución desde una calle conceptual hasta la calle como superficie y por tanto como objeto, y en particular en un asentamiento explícito y más permanente, fue un proceso milenario.
Y así amigos es como Rykwert abre la Caja de Pandora. Resulta un poco ingenuo, incluso irrespetuoso, tomar la idea de calle como algo sencillo que cualquiera puede entender, que no es más que el producto natural de la evolución del ser humano y sus ciudades. Hablamos de un proceso que ha llevado miles de años, sociedades enteras que han definido su papel en el mundo a través de rituales basados en el movimiento y la construcción del espacio destinado a él. Si exploramos este camino (valga la redundancia) con un mínimo de profundidad y rigor investigativo, la sorpresa es que antes que la street, antes que la road, existe la cosmogonía, la construcción de un orden que nos defina como seres humanos en el mundo. En este sentido funcionan las iniciaciones y rituales ancestrales a través de la senda, el viaje mítico de Ulises e incluso, con un giro tecnofílico, la sociedad contemporánea a través de la autopista, de coches, de datos. No podemos negar el sentido ritual implícito en cualquier desplazamiento a favor de sus aspectos técnicos, lleva en nuestra sangre más tiempo que el hormigón, más que el alquitrán.
Aunque los temas que Rykwert nos presenta tienen cierto sentido filosófico, la forma de tratarlos es rigurosa. Su metodología, basada como hemos dicho en las raíces de las palabras y en casos arqueológicos/antropológicos, se centra en conectar estudios de otros profesionales, siendo la red resultante su principal aporte. En este artículo en concreto se hace de forma muy superficial, casi a modo de ensayo, pero si consultamos obras más extensas como «La idea de ciudad» comprobaremos los niveles de profundidad a los que podemos llegar con este tipo de planteamientos.
De hecho, Rykwert es un personaje propositivo. Abre las cajas, descubre la senda, pero es consciente de que apenas ha comenzado a recorrer sus primeros metros. Si leemos sus trabajos no sólo descubriremos a un gran maestro, recibiremos además su antorcha.
La calle: el sentido de su historia. Joseph Ryktwert, 1978. Capítulo de On Street, Stanford Anderson [ed.], MIT Press, Massachusets. Traducción de Eduard Mira, Cristina Holm y Gonçal Zaragoza. Gustavo Gili, Barcelona, 1981.