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Arquitecturas en papel / Ministerios

«A un kilómetro de distancia, el Ministerio de la Verdad, donde trabajaba Winston, se elevaba inmenso y blanco sobre el sombrío paisaje […]

El Ministerio de la Verdad —que en neolengua (la lengua oficial de Oceanía) se le llamaba el Minver— era diferente, hasta un extremo asombroso, de cualquier otro objeto que se presentara a la vista. Era una enorme estructura piramidal de cemento armado blanco y reluciente, que se elevaba, terraza tras terraza, a unos trescientos metros de altura. Desde donde Winston se hallaba, podían leerse, adheridas sobre su blanca fachada en letras de elegante forma, las tres consignas del Partido:

LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA

Arquitecturas en papel / Una habitación sin alma

«La estancia en sí era lo que los decoradores probablemente calificarían de severa. Las paredes y los altos techos eran blancos, y la habitación en sí estaba escasamente amueblada con unos cuantos muebles antiguos. El único elemento voluptuoso que había en aquella gran estancia eran los cortinones de terciopelo color champán que estaban abiertos y sujetos con cintas blancas. Las dos o tres sillas antiguas habían sido elegidas, al parecer, por su extraño diseño y no por su capacidad para sostener a alguien, pues eran delicadas sugerencias, insinuaciones de muebles con cojines apenas capaces de acomodar a un niño. Parecía que en aquella habitación los seres humanos no debían descansar ni sentarse a relajarse siquiera, sino más bien hacer poses, transformándose así todos en un mobiliario humano que complementase lo mejor posible la decoración.

Ignatius, tras examinar la decoración, le dijo a Dorian:

—Lo único que funciona aquí es el fonógrafo, y es evidente que lo están utilizando muy mal. Ésta es una habitación sin alma.»

Arquitecturas en papel / Londres, Oceanía

««Esto es Londres», pensó con una sensación vaga de disgusto; Londres, principal ciudad de la Franja aérea 1, que era a su vez la tercera de las provincias más pobladas de Oceanía. Trató de exprimirse de la memoria algún recuerdo infantil que le dijera si Londres había sido siempre así. ¿Hubo siempre estas vistas de decrépitas casas decimonónicas, con los costados revestidos de madera, las ventanas tapadas con cartón, los techos remendados con planchas de cinc acanalado y trozos sueltos de tapias de antiguos jardines? ¿Y los lugares bombardeados, cuyos restos de yeso y cemento revoloteaban pulverizados en el aire, y el césped amontonado, y los lugares donde las bombas habían abierto claros de mayor extensión y habían surgido en ellos sórdidas colonias de chozas de madera que parecían gallineros? Pero era inútil, no podía recordar: nada le quedaba de su infancia excepto una serie de cuadros brillantemente iluminados y sin fondo, que en su mayoría le resultaban ininteligibles».

Arquitecturas en papel / Simetríadas

«El repertorio de las formaciones que se producen regularmente en la superficie del océano vivo, y que es posible observar por decenas, y hasta por centenas, en el curso de veinticuatro horas, ocupa trescientos capítulos de la obra de Giese. Las simetríadas —según la terminología de la escuela de Giese— son las formaciones menos «humanas», y no tienen ninguna semejanza con cosas terrestres. En la época en que se emprendió el estudio de las simetríadas, se sabía ya que el océano no era agresivo y que esos torbellinos plasmáticos no devorarían a nadie que no fuese imprudente e irreflexivo en extremo (excluyendo, claro está, los accidentes mecánicos).

En efecto, se puede volar de lado a lado y sin mayor peligro por el cuerpo cilíndrico de los longus o la columna de las vertébrídas que se bambolean entre las nubes, pues en la atmósfera solarista el plasma se retira a la velocidad del sonido para dar paso al cuerpo extraño; túneles profundos se abren incluso bajo la superficie del océano (con un prodigioso consumo de energía: Skriabine la estima en 1019 ergos). No obstante, la exploración de las simetríadas se inició con mucha prudencia, evitando incursiones temerarias y multiplicando las precauciones —a menudo inútiles—. Todos los niños de la Tierra han oído hablar de estos pioneros que se aventuraron en los abismos de una simetríada.

Arquitecturas en papel / Pregunto por la Biblioteca

«En las afueras de Takamatsu había una biblioteca privada fundada sobre el patrimonio bibliográfico de una antigua y adinerada familia. Reunía raras colecciones de libros y, además, el edificio y el jardín eran algo digno de ser visitados. Había visto fotografías de la biblioteca en la revista Taiyó.

Una enorme y antigua mansión japonesa con una sala de lectura que recordaba a una elegante sala de visitas, y la gente leyendo sentada en confortables sillones. Esta fotografía me impresionó de una manera extraña. Y decidí que la visitaría en cuanto tuviera ocasión. Biblioteca Conmemorativa Kómura. Ése era su nombre.

Arquitecturas en papel / Como si todo el barrio fuera suyo

«Nada más cruzar a la acera de enfrente me encontré con la casa de estilo occidental de la que tanto había oído hablar. Dominaba el cruce, como si todo el barrio fuera suyo. Pensaba que el dueño de semejante mansión tendría el mismo aspecto pretencioso que la casa. Traspasé la verja del jardín y contemplé el edificio. Para ser sincero, la construcción no tenía ningún mérito, en realidad. Parecía hecha para impresionar, más que nada. Supongo que a esto es a lo que se refería Meitei cuando hablaba de la mediocre naturaleza de su propietaria.

Arquitecturas en papel / Esos muros, vuestra tumba

© Ana Asensio Rodríguez "Todas las mañanas, a la hora del almuecín, se subía al tejado de su casa, una de las más altas de la ciudad, no para llamar a los creyentes a la oración, como había hecho durante años, sino para escrutar a lo lejos el objeto de su justa furia. -¡Mirad -gritaba a sus vecinos no del todo despiertos-, están construyendo allí, en el camino de Loja, vuestra tumba, y vosotros en la cama, esperando que vengan a enterraros! ¡Venid a ver, si Dios quiere abriros los ojos! ¡Venid a ver esos muros que ha levantado en un solo día el poder de Iblis el Maligno! Con la mano tendida hacia el oeste, apuntaba con sus afilados dedos hacia las murallas de Santa Fe que habían empezado a construir los reyes católicos en primavera y que, a mediados del verano, tenía ya el aspecto de una ciudad!". Fragmento de ‘León el...

© Ana Asensio Rodríguez "T...

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