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Arte y arquitectura: El discurso de Diógenes / Manuel Marchant

¿Podemos explorar la memoria desde la destrucción material? ¿Puede ese colapso reivindicar un presente diferente, ligado a un pasado que recordar?

Hace algún tiempo conocí en Chile el trabajo de Manuel Marchant, un arquitecto seducido por la magia de la memoria de lo construido (y de lo destruido), y las vidas superpuestas como estampas que los lugares albergan, o que con ellos desaparecen. Algunos años han pasado ya desde esa obra fotográfica («Fábricas, a escena del crimen») hasta el actual proyecto, pero la profundidad de sus imágenes pervive. 

La fotografía y postproducción de Manuel son una acumulación y una catarsis, son creación a partir de lo que desaparece, y las lecturas que se pueden sacar de ello son una amalgama entre vidas y arquitectura, entre sociedad y economía, entre pasado y presente, ligadas por el lenguaje gráfico de dos únicas dimensiones, la fotografía, que obliga al tiempo y la elevación a frenarse durante un instante parado de reflexión.

Cenizas 06

Cenizas 06 © Manuel Marchant

Arquitecturas en papel / La pared desafiaba la imaginación, la atraía y la derrotaba.

«El vehículo saltó hacia delante, justo por en medio del círculo luminoso, y Arthur tuvo súbitamente una idea bastante clara de lo que era el infinito. En realidad, no era el infinito. El infinito tiene un aspecto plano y sin interés. Si se mira al cielo nocturno, se atisba el infinito: la distancia es incomprensible y, por tanto, carece de sentido. La cámara en que emergió el aerodeslizador era cualquier cosa menos infinita; sólo era extraordinariamente grande, tanto que daba una impresión mucho más aproximada de infinito que el mismo infinito.

Arthur percibió que sus sentidos giraban y danzaban al viajar a la inmensa velocidad que, según sabía, alcanzaba el areodeslizador; ascendían lentamente por el aire dejando tras ellos la puerta por la que habían pasado como un alfilerazo en el débil resplandor de la pared.

La pared.