La ciudad caótica de semáforos y coches, o la ciudad pequeña con su desorden amable; la ciudad tuya, o la ajena; la ciudad de luz gris y coloridas casas, o luminosa de neutro blanco pintada. La ciudad es mezcla. De edades, de personas foráneas y autóctonas, de ideas, y formas de vivir. Pero finalmente la ciudad es una. Una sola. Las miradas sobre ella, ésas son las múltiples.
Mirar la ciudad en la que has nacido, y siempre has vivido. Mirar esa misma ciudad desde la lejanía y el recuerdo de las calles que ya no son tu cobijo. Mirar la ciudad nueva, la de los sueños alcanzados, la vida que recién comienza de nuevo. La ciudad a la que huyes. La ciudad de la que escapas. La que te abraza.
¿Cómo conocer a esa escurridiza dama? Misteriosa, tiene múltiples caras, cambia de máscara cada vez que la crees conocer, cada día que pasa, cada año que te atrapa. Cómo desentrañar sus transformaciones, sus rechazos, sus fracasos, sus nacimientos.
«Dibujar la ciudad, el entorno del hombre, una forma de entendimiento.
Escribir al hombre, una estrategia para dibujarlo». [Agnes Fong]
Entre la poesía y el dibujo, la obra de Agnes Fong delinea las idas y venidas humanas, las diferentes personas reflejadas en esa miscelánea ciudad. Cada casa podría ser una persona (su vida, sus viajes, sus antepasados), y cada calle podría ser un destino emprendido, o una ruta a explorar.