El patrimonio de la oportunidad
En un bazar, buscando, siguiendo los pasillos bajo la luz grisácea de fluorescentes. Envuelto por mercancías en un orden caótico, construyendo recorridos viciados. Caminos en círculos para encontrar 2 finales, la entrada (y salida) y el almacén. Tras la puerta del almacén y al fondo, una luz intensa y cálida contrasta para hacer del sitio oscuridad.
Habiéndolo atravesado, en el exterior, un árbol ordena un jardín. La sombra, que nada tiene que ver con las del interior, también almacena objetos. Desechos repartidos por el suelo que dan nuevas opciones a la espontaneidad de la naturaleza, haciéndolo realmente bello.
En este lugar el objetivo de la mirada toma altura, el espejismo se distorsiona y sintiendo la familiaridad de lo cotidiano, el escenario del habitar, el olor de cocinas, collage de ropas tendidas… el “jardín del bazar” se desubica. Un jardín que construye una imagen cargada de significado: el final de imprecisiones, la riqueza de la deformación, el
valor de lo implícito, el premio sobre lo potencial.
Un paisaje real, el jardín y su entorno existen siendo un ejemplo de cómo la ciudad traba la presentación de una realidad escondida, la del interior de manzana. Un horizonte en la retaguardia donde Barcelona oculta, como resultado, el patrimonio de la oportunidad.
Si arrojamos luz sobre estos espacios ubicados tras almacenes, sobre trasteros, entre aparcamientos, junto a preexistencias industriales y sin olvidar nunca el alzado de la vivienda como fondo, “la imagen gana nitidez(…), la suficiente para desarrollar sus potencialidades implícitas, el relato que llevan dentro” [Visibilidad. Seis propuestas
para el próximo milenio. Italo Calvino]
Y si pudiéramos deberíamos dibujarlos enlazados en la ciudad, encajados como engranajes, configurando una red aérea, existente sin ser construida, sin propiedad o propiedad desconocida. Así no sería difícil abstraer sus posibilidades desglosando su características, hablar de movilidad, de redes de instalaciones urbanas, de infraestructura, de orientación y del propio engarce geométrico, construyendo la compatibilidad entre el trazado general e histórico y su margen de opciones.
Un umbral que es el resultado de la deformación propositiva, del “llevar a cabo”, en donde poder sustentar la mentalidad patrimonial sobre los valores del llegar a ser; es decir, sobre la oportunidad de seguir construyendo el paradigma de la ciudad planificada –y ejecutada-: Densidad, como búsqueda y posibilidad como resultado.
“…La amenaza es peor que la ejecución de la amenaza.” [La torre herida por el rayo. Fernando Arrabal]. Barcelona debe permitirle a su propia naturaleza la espontaneidad para ocupar y proponer sobre el valor de crecimiento que atesora pero sin olvidar los tiempos. Ejecutar la amenaza no puede hacernos perder la capacidad del ensanche, las zonas verdes y las propuestas higienistas para mantener coaccionada a la ciudad. Tiempos de actuación para ser conscientes, ritmos para valorar lo escondido y el resultado.
Como la tortura del manipulador, las bazas de la ciudad han de mostrarse poco a poco. Influir con el jardín, comerciar con los residuos, esconderse en la sombra del contraste para no perder de golpe el patrimonio de la oportunidad.
Texto: Álvaro Valverde / Escrito originalmente para AAAA Magazine / Cita: Álvaro Valverde, “El patrimonio de la oportunidad / Fecha 19 may 2015