El Artis-tecto en extinción
Todos los procesos evolutivos traen consigo períodos de crisis. Supongo que estamos de acuerdo en esta premisa. Podemos decir, por tanto, que una crisis no es más que el paso previo necesario para el advenimiento de El Cambio.
Bajo esta afirmación, podemos reconocer también que estamos metidos de lleno en una. Dudo mucho que no estuvieras al corriente puesto que se ha escrito mucho sobre ella, se ha convertido en la protagonista de cualquier conversación de cualquier mortal y ha sido excusa y justificación de gran parte de los males de los que disfruta nuestra sociedad.
Antes de comenzar este período de crisis, que como digo, parece necesario para focalizar y optimizar nuestra energía, surgió un arquitecto que tenía todas las condiciones óptimas para ejercer su profesión. La Arquitectura era una de las profesiones más valoradas por la sociedad, tenía el apoyo de las grandes empresas y el respaldo económico de la administración pública. Todo parecía indicar que de las manos de ese arquitecto surgirían buenos proyectos que se podrían llevar a cabo (algo casi utópico en la actualidad) de manera solvente y relativamente rápida.
Y comenzaron a hacerse proyectos, muchos, tantos que comenzamos a sufrir una fiebre de construcción que no parecía tener límite. Con la perspectiva que nos da el tiempo nos preguntamos ¿era realmente necesario? Y sobretodo ¿ No se supone que eran profesionales los que estaban al mando? El problema es que ese arquitecto era una variación del arquitecto efectivo, una especie de aleación un poco pervertida, un artistecto, una mezcla entre artista y arquitecto, sin ser uno ni otro.
Este individuo se creía artista en el sentido más superficial de la palabra, un incomprendido, embajador de una inteligencia superior, un iluminado capaz de comprender qué es mejor para los demás sin tener en cuenta a los demás. Al fin y al cabo, él era el que tenia los conocimientos técnicos y los demás no. Y se comenzó a despilfarrar el trabajo, el dinero y el hormigón.
Su trabajo se alejó de la sociedad situándose por encima de ella, mirándola con recelo y cometiendo el mayor de los errores: no saber para quien estás proyectando. No utilizar tu trabajo, que está directamente relacionado con las personas, como una herramienta social, como un proceso que se retroalimenta con la gente. Ver el edificio (o el proyecto urbanístico) como un dibujo teórico donde lo más importante es la forma, la composición y el beneficio económico, olvidando que, sin personas, la arquitectura desaparece.
Ante este punto, es necesario matizar que no se puede generalizar. Desde luego no todos los arquitectos formaban parte de esta corriente proyectual. Hay profesionales que han llevado a cabo su trabajo con los mismos medios encaminando a buen puerto su proyecto. Incluso se han hecho grandes proyectos como la Mediateca de Sendai (Toio Ito) donde se ha sabido combinar la hi-tech y las ideas más formales de un arquitecto de talla internacional con la colaboración multidisciplinar, estando al mando del proyecto pero contrastando ideas y haciendo partícipes a los ciudadanos como lo que son, personas que darán sentido al edificio.
Pero como todos los procesos evolutivos, el que estamos viviendo se llevará consigo aquello que es superficial. El artis-tecto está en vías de extinción, su trabajo ya no se puede mantener debido a que faltan todas aquellas condiciones que le sirvieron para su aparición. La crisis puede y debe ser el caldo de cultivo para la aparición de cosas positivas, mayor reflexión, concienciación social, ideas nuevas, proyectos interesantes, optimización de recursos y sobretodo, arquitectos efectivos.
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Texto: Vanessa Lara Fernández / Imagen: Miguel Brieva / Escrito originalmente para the AAAA magazine / Cita: Vanessa Lara Fernández, “El Artis-tecto en extinción» / Fecha 17 feb 2014